Olor en el dolor…

A qué huele el dolor, me preguntaba ayer, primero pensé que la respuesta sería a todo lo que no nos gusta, a esa comida que te obligaban a comer de pequeño, so pretexto a que debíamos aprender a comer de todo. A esos exámenes sorpresa que te hacían y que no te iba bien. A cambiarte de escuela y dejar a tus mejores amigos. A los recuerdos malos que hemos asiduamente acumulado en las espaldas. A las despedidas que se han tenido en la vida. A la muerte de tu ser querido, viene a mi mente la muerte que más me ha eclipsado, inmediatamente mi padre. Busco el olor que me produjo su partida. No encuentro en mi mente olores. No recuerdo haber tenido alguno. No hubo. No hay. No recuerdo desde cuando comencé a dejar de oler: cuando enfermó, cuando partió, cuando tuve que aprender a vivir sin él. El olor fue apareciendo poco a poco. Sin darme cuenta regresó, posiblemente el dolor iba cediendo, volví a ser sabuesa. Con olfato inquieto y suspicaz.

El dolor no huele, lo sé, eso desespera al más paciente. Impotencia. Como vendarte los ojos sabiendo que hay muchas cosas por ver. A pesar de ello vendarte. Así el dolor, no te permite oler, a mi no me permite oler. El dolor tiene además, ausencia de color.

Muchos dirán sí huelo en el duelo. Lo que les diría es que muchos olemos, pero no el dolor, sino la nostalgia. La nostalgia es un olor hermoso; se vuelven a vivir “esos momentos”, los momentos cuando no había dolor, posiblemente no te imaginabas que llegaría. El dolor llega sin avisar. De imprevisto. El olor que se advierte en la nostalgia es el que hueles cuando eres feliz. Todos los olores combinados en alegría. Felicidad absoluta vertido en el perfume que más te gusta. Pero cuando ya no los hay, hueles ese recuerdo. Al principio es una salida fácil como droga; por un lado, tu mente del pasado te dice lo que fue y te engaña para que te confundas que ese que alguna vez fue tu presente, hoy tu pasado, se pueda posesionar del momento que hoy es doloroso; por otro lado, la del presente, la dolorosa, la que arde, la que te dice que lo que hoy tienes ya no es lo que tuviste. El dolor que te avisa que lo que hoy tienes ya no es suficiente. Esa ausencia que duele es la que no tiene olor.

El dolor duele porque sabiendo que viviste la felicidad, hoy ya no se tiene. O al menos ya no la ves. La llegarás a ver de nuevo pero pasarán muchas enseñanzas por aprender. Hay también que encontrarla. Sincronía de los sentidos que se encuentran en alerta. Confundidos. Hay que volver a armonizarlos. Tiempo debe de pasar. Pero llegará.

La anosmia es señal que hay vacío. Dolor. Tanto el tiempo como los olores se congelan. Entiendo ahora que por eso en los funerales se dan flores. Tratas de despertar en el doliente su capacidad de volver oler con flores que se entregan como símbolo de solemnidad, de un “estamos contigo”; las flores sustituyen el olor ausente con la felicidad que causa a la vista recibir flores.

El dolor no huele solo duele y duele mucho. Apachurra el corazón. Regresar a la nostalgia es alentador huele a todos los olores que has amado en tu vida y que te marcaron. Eres un producto de esos olores. Regresar de la nostalgia y enfrentarse al dolor es un golpe bajo de la vida. Pero es. Nadie nos libramos de eso.

El dolor, si tuviera que oler a algo, posiblemente sería a crisantemos, a lirios, a rosas, a claveles, a alcatraces y lycoris. La vista lo agradece y se conmueve. El olfato, debe de intentar olerlas. Disfrutarlas. El olfato, debe esforzarse en olerlas.

3 comentarios sobre “Olor en el dolor…

  1. Si creo que el dolor tiene ese olor, de flores y velas, muy bello recordar ese olor, y ese dolor, que te lleva a la nostalgía, si todo se relaciona así como los sentidos, las emciones también se entrelazan y aunque hay dolor tambien hay alegría no sé muchas emciones salen a cuasa del dolor.

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