Escudera nórdica…

“Salvar el fuego” de Guillermo Arriaga es mi actual compañero. Nuestro reencuentro. Un regalo inmerecido pero agradecido. Mucha ausencia nos precedía. Las sorpresas que nos regalan las palabras. Historias por contarnos. Todo através de un presente. Me regalas una historia bien contada, magistral. Mientras saboreo a cucharadas las páginas, me obsequias tus palabras, tus preguntas, tus emociones; sin dudarlo, las mías tratan de a galoparse a las tuyas. La mejor forma de platicar; el pretexto ideal, pienso, sin duda un libro. El libro atrapa. Hemos departido lo que leo; tú ya estás avanzado en la lectura; tratas de no adelantarme nada; ¿las cartas de los reos?, imperdibles sin lugar a dudas; dices que pensaste en mí cuando lo leías porque hay alguien de los protagonistas que escribe, lo descubro, me avergüenza, la escritura del personaje es impresionante, mucho por aprender, me digo; comentamos de lo escrito, de lo no, de lo que debió, de los personajes, de la historia, de las emociones; un tema curioso, platicamos de la estatura del protagonista, hasta hemos cruzado apuestas. El título me genera a estas alturas, con 166 de páginas leídas, el mismo desconcierto que al principio; puedo hoy, darle varios significados; en primera instancia, el literal, el que quema, el que atrapa, el que mata; por el otro lado, el poético, el que refiere al amor, el que ahoga, el que deseamos, la autodestrucción que con gusto tomamos y no pensamos; … ¿quién no desea morir asfixiado en esas llamas? 

¿Cómo se puede salvar el fuego? Pienso, la respuesta no puede dar lugar a soluciones perennes; el fuego, cualquiera, se apaga; la emoción que ciega, el fuego pasión que lo arrebata todo; todo estorba, nada es aparentemente imposible. Todo se consume en el momento, urge la inmediatez, no cabe el futuro, no valen las esperanzas, la promesa de lo que deberá ser es insuficiente. Hay prisa. Ese fuego pasión se acaba. El título intriga. Me intriga. Me atrapa. 

Salvar el fuego, me digo. Si de la lectura se advierte el cómo salvarlo, vale la pena leerlo, averiguarlo, ello no obstante que el libro se revele cautivador; si me aseguran que no se es posible salvarlo, con eso podría hacerme sentir liberada, se ha apagado porque no se puede mantener prendido; la realidad es que la llama cede a su grandeza, a su hermosura. La realidad si bien maneja un fuego que invita a pecar, este es distinto, el fuego que como luz de bengala te divierte, pero no alumbra y a pesar de ello quema; el fuego que quema y te ciega, ese es peligroso; el fuego que te alumbra, pero su llama es moderada, cual cirio pascual, ese fuego te cuida; muchos suelen rezar con esa luz, es tranquilidad; calor que no quema, ni fuego que ciega; luz que dirige a las almas, esas que están hambrientas por creer.

Con un truco de alquimia del viejo Melquiades en Cien años de Soledad, quisiera aprender a salvar el fuego. Aprender y salvarlo contigo. Mi objetivo con esta lectura, es claro. La utilidad de tu regalo es evidente. Mi receta de cocina de paladar exigente, es la que permita mantener en el tiempo que nos resta, la llama. No quiero salvarlo como evidencia de pérdida. Quiero conservarlo. Quiero, a partir de hoy, cual escudera nórdica, alzar la voz y defender el fuego. Sí… confirmo… Quiero salvar el fuego. Quiero salvar “nuestro” fuego.

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