La sonrisa triste

Cuando pequeña, no recuerdo si fue en la primaria, mi profesora de español nos pidió, con el afán de aprender a tener sensibilidad, escoger un poema. El ejercicio aparentemente sencillo, consistía en analizarlo y menos fácil para mi corta edad aprenderlo; por último, había un reto adicional, declamarlo frente a todos los compañeros de pupitre; a esa edad ¿quién iba a valorar un poema?, ¿quién iba a respetar una declamación frente a un salón lleno de almas juguetonas con ganas de escuchar la chicharra que indicara la salida para el recreo?; el reto se antojaba un tanto difícil aunado a tan corta edad. En mi caso, siempre tan “participativa” y creativa escogí un poema no corto; al día de hoy puedo seguir recordándolo, todos sus párrafos, todo su contenido; no te preocupes no suelo ser el alma necia de la fiesta familiar que se pone a declamar; suelo repetirlo en voz callada, sólo para mí, me lleva inmediato al túnel de mi infancia; el poema quedó tatuado en mi memoria, en mi alma. Puedo recordar el trabajo y el tiempo dedicado para aprenderlo, fueron 5 días, no había tiempo suficiente; no recuerdo el por qué lo elegí, posiblemente por largo o porque tiene las dos palabras que parecen contradictorias dentro de una misma frase, eso habrá llamado mi atención, estoy segura; el libro de donde obtuve el poema fue un préstamo de mi padre; tiempos en que no había internet, todo el conocimiento se obtenía de libros. Viene a mi mente mi padre y su mundo de libros, letras, cultura…; él fue una influencia para poder lograr esa tarea; aunque muchas otras también, pasadas y presentes; en presencia y en su ausencia. Una obviedad, también él fue quien me transmitió el amor a los libros y el respeto por las palabras.

La poesía no solo es desgarradora para el poeta y su melancolía, es aleccionadora, si bien no como una fábula, pero el mensaje es claro para quien lo lee, para quien en verdad lo quiere entender; las letras aparentemente estáticas suelen cambiar en el tiempo, unas veces te acarician y otras tienden a escucharse con tonos de alerta, decepción o incluso regaño. Las palabras siguen siendo las mismas con significados que se actualizan en el tiempo y circunstancias.

La historia del poema tenía una hipótesis corta, aunque el poema fuera extenso; trataba de una persona cualquiera que iba a ver a un médico porque se encontraba triste, hoy entiendo que estaba enfermo y deprimido; pero ahí lo matizan con una mera melancolía; el médico en lugar de darle medicina considera recomendarle “alternativas”, paliativos; en un afán de encontrar la panacea y salvar su alma; a nuestro salvador el de bata blanca, se le ocurre que la única forma en que puede salir de ese letargo en que se encuentra, es salir a divertirse. Es más, no se queda en ese consejo, como buen médico va más allá, le comenta que es posible que yendo a ver al nuevo cómico que ha causado estupor en Inglaterra, podría ser más fácil liberar la risa, consciente siempre de una pronta recuperación. Agregaba con ahínco respecto a ese cómico, que en verdad que era gracioso; podía hacer de una noche oscura un verdadero festín de carcajadas.

Nuestro médico le brinda alternativas, muchas; el paciente atento escucha y replica a cada una de ellas, lo ha intentado todo, refiere el paciente; lo señala con un dolor desgarrador, se advierte en la escritura; expresa también el resultado obtenido en cada intento por salir de su vacío; al escuchar la última propuesta respecto a salir a divertirse; calla, se detiene, hay un vacío de escritura, silencio; nuestro protagonista confiesa ser Garrik, el cómico “feliz” que a toda Inglaterra hace reír. 

“Todo aquél que lo ve muere de risa: tiene una gracia artística asombrosa. 

¡Ah!, sí, os lo juro, él sí y nadie más que él; más… ¿qué os inquieta?

Y a mí me hará reír?

Así dijo el enfermo no me curo;

¡Yo soy Garrik!… Cambiadme la receta.”

Jolines, estás leyendo y al llegar a ese párrafo te detienes; sí a esa edad uno piensa que el supuesto éxito que todos pueden llegar a ver de uno, es el resultado de la fórmula inequívoca de la felicidad, pero te das cuenta que la felicidad no es el resultado de; es el camino a; es decir, cuando este poema era parte de mi tarea, mi esperado salto a la fama en oratoria, pensaba que nadie puede tomar la solución de lo que es el problema, ¿cómo salir de ese laberinto de tristeza? Un verdadero círculo vicioso.

Hoy comprendo más el poema, de seguro en un futuro veré y analizaré otras cosas, la mirada y entendimiento en los poemas se afina según vayas creciendo, madurando… ayuda mucho la experiencia, la vida; el poema hoy me devela verdades: las sonrisas no son garantía, pero ayudan incluso a forzarte a salir adelante; la tristeza no es insuperable, pero cuesta desprenderte de ella; que el alma esconde tristezas que son cubiertas con sonrisas y buena actitud, pero no deja de haber llanto que nos desangra por dentro; que las más de las veces las personas no están al mismo nivel de sentimientos, el aire para algunos duele y se cuela por la piel, arde la tristeza, para otros reina la felicidad; que la sintonía de nuestra convivencia no siempre puede ser la misma porque somos diferentes; que todos somos momentos y circunstancias distintas; que unos suelen llorar por dentro y que no dejan ver el dolor, incluso porque ignoran que están tristes. Esa incorrecta sintonía-calibración que existe entre unos y otros, a veces (todas las veces) no nos hace posible la tan ansiada empatía; el ver por el otro.

Nadie está en las mismas circunstancias del otro; a lo mejor, unos “pueden” compartir su dolor, ellos nos ayudan, nos brindan las claves para contar con la asertividad y simpatía suficiente; a lo peor “no pueden” compartirlo, solo guardan el dolor para sí mismos; si bien no tienen por qué confesar su tristeza, ni nosotros saberlo, sí que deberíamos estar obligados a observar lo único que no se puede disfrazar, los ojos; sí a través de los ojos podemos, si queremos, advertir la única y verdadera sonrisa que esbozamos, ajena a histrionismo y mecanismos de defensa; solo entonces podremos generar la afinidad hacia y para quien le es más fácil vivir con careta de “reír con llanto o llorar a carcajadas”. ¡Ven… quiero ver tus ojos!

 

Reír llorando

Juan de Dios Peza

“…

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora”

¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,

Porque en los seres que el dolor devora,

el alma gime cuando el rostro ríe!

El carnaval del mundo engaña tanto,

Que las vidas son breves mascaradas;

Aquí aprendemos a reír con llanto

Y también a llorar con carcajadas.”

3 comentarios sobre “La sonrisa triste

  1. Es impresionante la forma en que escribes, me da mucho gusto leer esos manojos de ideas que concatenan tú forma de sentir, de pensar, de plasmar tu realidad… cuando habla de poesía es inevitable recordar a Miguel Hernández, Machado , Benedetti, León Felipe entre otros y vibrar al ritmo de la música que Serrat hábilmente compuso…. Gracias disfrute estos momentos

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  2. David Eloy Rodríguez Ramajo – Sin título

    No hicimos sino apropiarnos de la vida,
    batirnos con el tiempo.
    Fuimos las veces en que quisimos
    vivir para siempre.
    Las veces en que quisimos morir.
    Fuimos lo que le ganamos a la muerte:
    conocimientos de relámpago,
    encuentros de luz,
    un tiempo que ya no se olvida.
    Eso es lo que nos sobrevive:
    como el esqueleto de la ballena
    que queda varado en la playa
    y demuestra que hubo ballena.
    Como la bufanda y el sombrero
    de un muñeco de nieve.

    (Este poema no es de Don Nadie, pero le gustaría).

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