Burbujas. Me gustan las burbujas. Siempre me han gustado. Me gusta verlas volar y desaparecer. Ver a los niños corriendo tras de ellas. Son la imagen de la felicidad que mucho recuerdo desde siempre. Algunas veces nos las compraban cuando niños, otras jugábamos a prepararlas desde casa y lanzarlas mediante popotes previo a atragantarnos de esa mezcla de espuma con detergente casero; carcajadas espumosas recuerdo en el jardín de la casa. Preparábamos con esa mezcla tiempo de risas. Tejíamos recuerdos que más pronto que tarde se convertirían en nostalgia. De esa que duele, pero sana el alma. Nos perseguíamos los hermanos unos a otros. Mojarnos, era otro juego dentro del juego. Mojados era la evidencia de haber cumplido la meta del juego. Aun escucho mi risa y mi corazón a tono persiguiendo esas hermosas pompas de jabón que siempre solían ser más rápidas que uno. Y al tocarlas aun con sumo cuidado, explotar a carcajadas junto con su desaparición.
Ya no juego como antaño, me cuido mucho, mis ropas no suelen estar llenas de jabón, a menos que lave los platos después de comer; no suelo correr sin previo calentamiento, a menos que haya una urgencia que atender; pienso mucho las cosas antes de hacerlas y a veces por ello, no las logro realizar. Uff… ¡La edad! Ese pretexto que pide que el cuerpo de adulto frágil nos aleje de nuestra vulnerabilidad de espontaneidad juguetona.
Ya no hay ese tipo de juegos, ya no para mí, aunque deberían seguir existiendo. Hoy hay diversión medida con la vara del adulto serio. A pesar de ello, persigo burbujas aún. Otro tipo de burbujas. No más de jabón, no desaparecen a la distancia; las hay de todos los tipos, tamaños, géneros, gustos. Las sigo con la mirada; no hablo, las escucho, tienen voces, quiero conocerlas; aprendo a reconocer sus pasos acuosos cuando se acercan; conozco sus reacciones, sus gesticulaciones, su mirada; me gusta escucharlas, siempre algo interesante habrá que compartir y aprender de ellas. Son mis burbujas oxígeno. Son mis jabonosos amigos que me motivan a prender la chispa de mi sonrisa. Las locuras que se me ocurren muchas veces surgen solo de pensarlos. Un juego diferente, pero no menos divertido. ¿Quién no quiere seguir persiguiendo burbujas?, sin duda tengo a quien perseguir, no a muchas, solo a algunas. Tengo burbujas color piel orgullosamente acumuladas en mi vida con quien poder seguir jugando a ser adulto, a carcajadas cual alma pueril. Son mi recordatorio que nunca he dejado de corretear y menos de ser esa niña que le explotaba el jabón en la cara y no tenía miedo a que el maquillaje de mi disfraz de diario se le estropeara.
*A mis “amigos burbujas” que no necesitan ser mencionados, ellos solo ellos saben quienes son.

