Parecer ser, sin perder tu ser. Ser otro, por un breve instante. Ponerte prestada la piel de alguien, quitarte, entonces el disfraz. Hacer lo que en tus días no te permitirías. Aprender diálogos que no reconoces como propios. Tener reacciones que nunca has experimentado. Fingir que tus movimientos son naturales. Gesticular el rostro de formas tales en dónde no han dejado huellas las arrugas; no son movimientos comunes en ti. Vestirte con esmero. Verte, sin reconocer tu silueta en el espejo. Hablar con ritmos disímiles; ritmos que advierten sonidos ajenos a tu voz. Superar constantemente ese yo molesto que estorba. Representar a ese otro que convenza a todos, que convenza a uno. Aceptar que el Yo obstaculiza la tarea. Limpiar costumbres. Barrer signos que puedan reconocer al Yo que se esconde. Gozar del privilegio a ser otro; la quimera de cualquiera. Dejar la piel colgada en el armario del que eras, pronto deberá volver a ser calzada por quien eres. Regresar a tu cuerpo, aspirar tu vida, la que ya conoces, en la que posiblemente ya no te esfuerces… ¿y si ya no puedes regresar? ¿y si al que aludes es más interesante? ¿si esa vida fue más generosa que la tuya? ¿si esa piel se ha pegado a tu carne?… Sin duda, la mejor actuación de tu vida.
El ingrediente secreto…
Persigo la libertad, la busco, la necesito, la respiro. Me gusta flotar, volar, ser color. Si llega un temporal, me quedo pegada, no puedo salir, no puedo moverme, sufro, debo soltarme, no estoy bien, dejo de sonreír, no soy feliz. Me vuelvo sombra. No me gusto. Debo saltar. Me gusta estar bien. Me gusta gustarme. Mis alas se han humedecido, debo secarlas. Me ahogo. Busco salir a la superficie. Preparo el vuelo. Salto. Debo ser yo. Me gusta ser yo. Debo salir. Fluir. Brotar. No me gusta discutir, no me gusta pelear. Me lastimo las alas. Veo pláticas. olfateo conversaciones, detesto los reclamos. Me gusta construir. Me gusta que la gente esté dónde quiera estar y con quien quiera. Que las almas se acomoden como quieran. Que cada quien encuentre su punto. Que me dejen estar en el mío. Que sean felices. Que yo lo sea. Que, si no lo son, lo digan, lo acepten y vuelen. Que todos podamos tomar vuelo, ir y venir, con los suyos, yo con los míos; cuando puedan, cuando quieran; cuando pueda, cuando quiera. La libertad de amar a las personas sin ataduras, sin prohibiciones, sin razones, sin obligaciones; sin algo que no sea o deba ser. Amar por amar. Sin mendigar amor, sin buscarlo. Sin que lo exijan. Que se dé. Que se cultive.
Mi fragancia es floral, con notas de salida de lichi y fresa; con notas de corazón de magnolia, pimienta, jengibre, mandarina y jazmín; con notas de fondo de jazmín, almizcle y ámbar; con un ingrediente especial: notas cálidas especiadas de libertad; con acordes cítricos, afrutados y frescos de felicidad.
El olvido que nunca serás…
Irremediablemente me llevaste a recordarlo.* Ajena estaba a este día de celebración y entonces te vi. Apareciste como una recomendación de Netflix. Decía que había ganado muchos premios.** Los primeros minutos me dejaron pegada a ti. Pensaba que la vida familiar que yo conozco, parecía ahora de película, de esta película. Algo que podría verse como ficción, es a mis ojos una estampa de mi niñez.
Tanto buscar qué ver para distraerme de este día y aparece esa película que sin lograr el cometido me llena más de ti y de los míos. El cambio en la película de blanco a negro a colores es un sinsentido que cobra sentido al vivir la película. La diferencia de lo que conocemos supondría que el blanco y negro es el pasado. Aquí nada es convencional. Los colores significan los recuerdos. Así de llamativos los representan. Cuando llega el presente, que se conecta con el principio y a las tres cuartas partes de la película, se torna en blanco y negro. Alegoría, posiblemente que los colores, hoy sombríos, han cambiado por las vivencias. La vida ha golpeado. Golpeado muy fuerte.
La historia no es vendible. Su tema es común y aburrido. Un padre, una madre, muchas hijas, un hijo. Una vida acomodada. Mucha cultura, educación, amor, valores, religión. Nos llevan a un convivio desde una comida y sus pláticas, tertulias, canciones, lectura de cuentos de niños. Y ahí estaba yo. Disfrutando de esas reuniones. Haciendo mías las travesuras, las risas, las serenatas, las enseñanzas. Las actuaciones, la historia. El guión. La dirección. Me vi saboreando un helado de zapote con un Arzobispo. Escuchando de la enseñanza del grandioso pueblo judio. Aprendiendo lo que le decía a sus hijos, sobre todo al varón, escuchar lo que en un discurso los alumnos decían de él. Conocerse a través del otro. La enseñanza de aprender a cuestionarse todo. Tener criterio.
Hay una escena en donde el niño se despide de su padre y le dice que es “Héctor tercero”, se disculpa por decir “tercero” cuando debería decir “segundo”, aclara que su padre vale por dos, por eso él debe llamarse “tercero”. En pláticas con la monja que cuida a los hermanos pequeños. El niño afirma no querer rezar porque se quiere ir al infierno, previo a que la monja le había dicho enojada que su padre no iba a ir al cielo por no acudir a misa los domingos. El niño está resuelto a acompañar a su padre a dónde la monja crea que vaya ir. Cielo o infierno no importa. No importa si es junto a su padre.
Es una película de amor. Amor de un padre a su familia. A su esposa. A sus hijos. A ese pequeño único varón que rompía todo en él, el menor. A sus creencias. A su sobretodo los suyos. A su “trabajo en esto” porque creo en que siempre se puede construir algo mejor. A su amor desmedido por el otro. A sus ganas de dilapidar su conocimiento y tiempo, por el bien del menos favorecido.
Más de dos horas. Termino de verla sin poder abrir bien los ojos. Los ojos me han quedado de panda. Hinchados. No ven bien. A diez minutos de su término quise ponerle pausa y negarme a seguir viéndola. La historia fue y no puedo cambiarla con un control remoto. Aunque me encantaría, seguí viéndola. Fui por un pan para que las penas fueran menores. No lo conseguí, al menos comía mientras las lágrimas seguían saliendo y remojando en llanto mi pan, no tenía conocimiento que uno podía llorar tanto. Otro descubrimiento para mí.
Los detalles de la película como imagino del libro** al que hoy me veo obligada a comprar, que ya lo he hecho hace unos minutos y sin dudarlo a leer, fue escrito por su hijo. Ese niño del que se enamora uno. Los ojos puestos en su padre. La película está dirigida a eso. A los ojos. A los ojos de esa madre hacia su esposo. A los ojos de los hijos hacia ese padre. A los ojos de ese hijo que sigue a su padre toda su vida. Que lo lleva en la piel. Que quiere aprender de él. Que acepta sus regaños y los convierte en consejos. No deja de amarlo y admirarlo, pese a que la edad de los hijos muchas veces nos separa en pensamiento y comprensión de la edad de los padres. La curva de la falta de paciencia se separa mientras el joven crece y el padre envejece. Aquí se advierte, esa familia no es ajena a la realidad. No hay ficción a pesar del premio ganado. Hay en estas relaciones elementos constantes: entendimiento, empatía, respeto. Los valores que en su momento se inculcaron como hilos invisibles sin saber para lo que iban a ser necesarios, comienzan a ser visibles. Se ven, se utilizan, se distinguen de los demás.
Mi padre creía en la educación, en los valores, en la unión familiar. Esa fue su apuesta de vida. Su esposa, su elección. Sus hijos, su responsabilidad. Su familia, su pasión. Todo quedaba enmarcado en un estar juntos. Enmarcado en fotografías de viajes, muchos viajes; parte de la educación, decía. De fiestas, de diplomas, de recuerdos, de comidas, de pláticas, de regaños, de risas, de muchas comidas que significaban pláticas, de mucha gente que nos seguía, que seguía a mi padre, que lo admiraba. Me vi en esa película con mi familia. Me vi contigo en este día. Sin dudar, el olvido que seremos mientras tu familia te viva. Mientras yo te viva, jamás lo será. Ni tú, ni mi madre, ni mis hermanos, serán olvido.
Se despide tu “hija K… cuarta”, la menor de cuatro. Porque, sin duda lo supiste, lo sabes, si no con gusto te lo recuerdo; vales, en pasado, en presente y en futuro; por tres padres. Feliz día del Padre!!!!
*Película. El olvido que seremos/2020.
**Premio Goya a la Mejor Película Iberoamericana. Premio Platino a la Mejor Película de Ficción. Premio Platino a la Mejor Interpretación Masculina. Premio Platino a la Mejor Dirección de Arte. Premio Platino a la Mejor Dirección. Premio Platino al Mejor Guión.
***El olvido que seremos/Héctor Abad Faciolince/Alfaguara/2006
Probando… uno.. dos… tres… ¿me escuchas?
Apenas en una comida con gente de mi trabajo, nos presentábamos con “x” recién ingresado al equipo, alguien querido “y” que me merece absoluto respeto, comentó mi profesión y el área al cual pertenecía, pero adicionó a su presentación, antes que cualquier profesión, ella es maratonista y escritora. Se hizo el silencio. Les confieso que suelo advertir cuando alguien se ríe de uno, yo soy la primera que suelo reírme de mí. Y suelo con “y” reírnos mucho de nosotras. Reírnos de la una a la otra. Olfateo a kilómetros el sarcasmo, la ironía, el humor negro. Amo el sarcasmo, amo la ironía, amo el humor negro. Me confieso una perseguidora de esas pláticas. Las palabras de “y” no fueron seguidas de una risa, busqué una sonrisa torcida que me hiciera devolvérsela. No la encontraba. No hubo nada que diera un atisbo de burla inocente que invitara a los demás comensales a la broma. Lo dijo en serio, pensé. No tuve palabras para seguir en primera voz con mi presentación. Solo le sonreía a mi presentadora de una forma un tanto curiosa, no sabía si las comisuras de los labios fueron de sonrisa o de sentimiento.
Hoy cumplo dos meses de escribir, ininterrumpidamente, de hacer de mi escritura un hábito. He cambiado la visión que algunas personas puedan tener de mí, se siente. Se siente mucho. Se aprecia. Da sentimiento. Las personas advierten lo que ven. Ni yo lo veo. Me he volcado a ser una persona más humana. Qué contradicción. La abogacía nos aleja de ser vistos como “sensibles”. Uno tarda en ver. Uno tarda en verse. No nos gusta reconocer triunfos. Mi triunfo, si pude tener uno, fue cambiar el verbo de “quiero ser” por la simpleza de “hacerlo”. Me costó muchos años. La intención versus la acción. La potencia y el acto. El desear hacerlo y poner pretextos al momento cumbre de escribir. Escribir, un pasatiempo que me debía. Que le debía a mi madre, aunque no sé si me lea. Que le debía a mi padre que no sé si me vea. Que me debía a mí. Este ingrediente me faltaba para ser. Para ser yo. Para ser lo que no sabía que me gustaba hacer. El escribir per se ya es un trabajo no menor, hoy ataviada de valentía, me sumo a la honestidad de publicarlo. Indefensa a la crítica. No pretendo que me lean. Escribo por escribir. Mi objetivo es trazar una línea de tiempo con mi yo anterior y mi yo que se está transformando.
Me falta vocabulario, salir de las zonas comunes, desarrollar temas, mucha imaginación, a (¿)veces(?) cordura, orden en las ideas, estudiar, cultura, tiempo, sueño, viajar; por otro lado, me sobra pasión. Mucha pasión. Mis dedos se siguen, aunque lo que escribo no todo sea publicable, la escritura no ha fallado un solo día. Hay días buenos, otros malos, muy malos para hilar ideas. Me sorprendo en pláticas, en juntas, en lugares, observando gente mientras tomo un café, situaciones; encuentro en ellos, la frase, el momento, las personas, los temas; todo, todo quiero escribirlo, quiero dejar huella de lo que percibo.
Me gusta sentirme leída, con esos lectores sin rostro. No intento que tengan rostro. No pretendo atesorar lectores, pero si me lees te agradezco. La fascinación de no conocer los rostros, es timorata e intrusiva, me gusta. Pienso, ¿qué pensarán de esto? Me releo, sonrío. No quiero saberlo, me digo. Esto soy después de dos meses. Esta soy, me gusto. Hace mucho no me gustaba tanto. Dedos en un teclado, manos con pluma, frases navegando, historias sin contar, palabras formadas para ver la luz, memorias que no recordaba, posiblemente porque las invento. ¿Qué de lo que escribo es real?… Ni yo lo sé. Vida paralela. Invento un mundo, el que yo quiero. Escribir representa esas pláticas que no tendré con nadie. Escribo para ti, para mí. Un homenaje a las pláticas que me perdí, que no aproveché, pero cierta estoy, serían así. Posiblemente con una cerveza o con un café. De seguro me escucharías, lo tuyo era escuchar; después esperaría ansiosa esa voz con un análisis y consejo que me daría la claridad que necesito; lo tuyo era resolver. Lo mío era simple, ser tu hija; lo tuyo, una gran responsabilidad, ser mi padre. Lo mío fue observarte. Lo tuyo, educarme. Lo mío amarte. Lo tuyo amarme. Lo mío escribir(te). Lo mío imaginar que me lees. Lo mío escuchar aun tu voz. Lo mío crear en mi mente tu opinión. Lo nuestro tener este código de comunicación. No necesito wifi contigo. Nuestra conversación desde el más acá, hasta el más allá, es simple, sin tecnologías, sin redes sociales. No requerimos wifi para conectarnos. Solo escribo y estoy contigo. Solo escribo y de pronto ya estás conmigo.
springende Augen
100 Tage, damit meine Beine 42.195 km tanzen. Mein Wunschwalzer. Wofür ich normalerweise buchstäblich bis zur Erschöpfung probe und probe. Ich habe viel geübt. Die Choreographie ist beeindruckend. Ich trainiere den perfekten Tanz. Ich stehe immer früh auf, um Spaß zu haben. Für manche Menschen sehr schwer zu verstehen. Ich habe noch einen langen Weg vor mir, um dorthin zu gelangen, wo ich hingegangen bin. Ich sehe, wie ich eines Morgens im September aufwache, es eilig habe, zum Flughafen zu kommen, und mein Bauch schmerzt vor Aufregung. Der Pass, die Tickets, der Koffer, die Tennisschuhe, mein Sportoutfit … Ernst, sehr ernst. Das Lächeln verstecken, nicht absichtlich, meine Kabale, damit alles gut geht. Ich fange gerne an, die Intensität dieser sportlichen Abenteuer zu riechen. Ich atme und beruhige mich. Ich atme und sehe mich. Ich sehe mich an und lächle. Sehen Sie mich an diesem Tag. Der Tag des. Am Ausgang, vielleicht mit meinem inneren Monolog, der mir sagt, dass alles gut wird, dass es Zeit für Spaß ist. Ich sehe mich am Ziel angekommen. Da sehe ich mich am meisten. Ich spüre die Emotion, wenn ich die Ziellinie überquere … die letzten Kilometer einatme. Schnuppern Sie die letzten Meter. Spüre mein Herz in vollen Zügen. Nicht unterscheiden, ob es Müdigkeit oder Emotion ist. Fühle es einfach. Feuer in der Seele und in den müden Beinen spüren.
Ich sehe mich in einem bisher unbekannten Berlin genießen. Obwohl ich so viel darüber nachgedacht habe, ist es zu einem Ort geworden, an dem ich oft spazieren gehe. Es ist zu meiner Ruhestätte geworden. Mein Lieblingsplatz. Obwohl das Abenteuer vor einigen Jahren begann, verwüstete die Pandemie nicht nur Leben, sie verschob auch Träume oder machte sie sogar unmöglich. Dieser Traum schlief zwei Jahre lang. Ich dachte nicht, dass ich aufwachen könnte. Ich erinnere mich und es tut immer noch weh, die erste Absage, alle nach Hause, wir mussten uns selbst versorgen; die zweite, der Mangel an Impfstoffen. Das Ergebnis gleich. In der Vergangenheit kein Marathon vor der Tür. Er trainierte für einen Marathon, der nicht kommen würde. In der Gegenwart Marathon vor der Tür. Am Bradenburger Tor. Die Traumtür, nach ein paar Tagen.
Heute schon in der Stimmung zu warten, es zu leben, es zu berühren. Alles ist auf dem Weg. Ich gehe zu Ich kümmere mich um alle meine Sinne. Was ich höre, sehe und spreche. Ich kümmere mich um alles, was ich fühle. Es ist eine Voraussetzung für diese Vorbereitung. Kreise schließen. Öffnen Sie eine andere erforderlich. Vakuumenergie. Nur positive Energie. Positive Energie durch die Nase einatmen, negative Energie durch den Mund ausatmen. Kein Problem. Sie sind nicht erlaubt. Wenn dich etwas nicht glücklich macht, ist es an der Zeit, dich davon zu befreien. Lass es fallen Grenzen setzen. Manchmal ist es gar nicht so einfach zu merken, wenn etwas mit seinem Leben nicht stimmt. Viel Hektik im Leben. Training ist eine Zeit, um es zu erkennen. Dopamin und Serotonin maximal. Mit dem Wunsch, Dinge zu tun und mit dem Willen zu leben. Befreien Sie sich von Lastern, giftigen Menschen, unangenehmen Momenten, lästigen Antworten, wachsamen Augen, unangemessenen Gerüchten. Von Menschen, die dich an dir zweifeln lassen.
Die Beine haben gekämpft, die Ernährung ist geregelt, der Schlaf ist zeitlich und qualitativ anspruchsvoller. Die Trainingseinheiten waren wilde Herausforderungen, wenn man bedenkt, dass das Leben eines Athleten eine weitere Rolle ist, die täglich gespielt wird. Wenn ich ans Laufen denke, strahlen meine Augen, vor ein paar Monaten sagten sie mir: „Ich wünschte, deine Augen würden für ‚was auch immer‘ strahlen, genauso wie sie fürs Laufen strahlen.“ Ich wusste nicht, dass ich beim Laufen dieses Licht ausstrahlte, dieses Feuer, diese Augen. Und ja, ich denke an diesen Tag (am hundertsten Tag), meine Augen verwandeln sich, die Linien werden stilisiert, ich verliere anatomische Details, sie mutieren zu runden Formen, mit langen oberen und unteren Wimpern, mit Tiefe, mit Reflexen; ja meine augen leuchten. Wenn sie leuchten, verwandeln sie sich. Ich schaue in den Spiegel und habe Angst, ja, sie hatten Recht, es ist offensichtlich, meine Augen sind im avantgardistischen Anime-Kunststil. All das redet nur übers Laufen. Stellen Sie sich vor, wenn ich renne !!!
Ojos “animosos”…
A cien días para que mis piernas bailen durante 42,195 km. Mi vals deseado. Por el que suelo ensayar y ensayar, literal, hasta el cansancio. He practicado mucho. La coreografía es imponente. Entreno el baile perfecto. Sigo madrugando para divertirme. Muy difícil de entender para algunas personas. Me falta mucho para llegar a dónde me he propuesto. Me veo una mañana de septiembre despertando, con la prisa por llegar al aeropuerto, el estómago con dolor de emoción. El pasaporte, los tickets, la maleta, los tenis, mi outfitdeportivo… Seria, muy seria. Ocultando la sonrisa, no apropósito, mi cábala para que todo salga bien. Me gusta comenzar a oler la intensidad de esas aventuras deportivas. Respiro y me tranquilizo. Respiro y me veo. Me veo y sonrío. Me veo ese día. El día de. En la salida, posiblemente con mi monólogo interno, diciéndome que todo va a estar bien, que es momento de la diversión. Me veo llegando a la meta. Ahí es donde más me veo. Siento la emoción de cruzar la meta… aspirar los últimos kilómetros. Olfatear los últimos metros. Sentir mi corazón al máximo. No distinguir si es de cansancio o emoción. Solo sentirlo. Sentir fuego en el alma y en las piernas cansadas.
Me veo disfrutando un Berlín, hasta hoy desconocido. Aunque de tanto pensarme en él, se ha vuelto un lugar donde recurremente acudo a caminar. Se ha vuelto mi lugar de descanso. Mi lugar preferido. Si bien la aventura comenzó desde hace ya unos años, la pandemia arrasó con, no solo vidas, también pospuso o hasta imposibilitó sueños. Este sueño durmió dos años. No pensé que pudiera despertar. Recuerdo y aun duele, la primera cancelación, todos a sus casas, debíamos cuidarnos; la segunda, la carencia de las vacunas. El resultado el mismo. En el pasado no maratón en puerta. Se entrenaba para un maratón que no iba a llegar. En el presente, maratón en puerta. En la puerta de Bradenburgo. La puerta soñada, a la vuelta de unos días.
Hoy, ya en mood de esperar, de vivirlo, tocarlo. Todo se encamina para. Yo me encamino a. Cuido todos mis sentidos. Lo que escucho, veo y hablo. Cuido sobre todo lo que siento. Es un requisito para esta preparación. Cerrar círculos. Abrir otro necesarios. Aspirar energía. Solo energía positiva. Respirar por la nariz energía positiva, expirar por la boca energía negativa. No problemas. No se admiten. Si algo no te hace feliz, es momento de liberarte de ello. Soltarlo. Poner límites. A veces no se advierte tan fácil cuando algo no está bien con tu vida. Mucho ajetreo en la vida. El entrenamiento es un momento para detectarlo. La dopamina y serotonina al máximo. Con deseos de hacer las cosas y con ánimo de vivir. Desprenderte de vicios, de personas tóxicas, de momentos incómodos, de respuestas molestas, de ojos vigilantes, de rumores inadecuados. De personas que te hagan dudar de uno mismo.
Las piernas han dado batalla, la alimentación se ha cuidado, el sueño es, en tiempo y calidad, más ambicioso. Los entrenamientos han sido retos salvajes, tomando en cuenta que la vida de deportista es un rol más que se desempeña al día. Cuando pienso en correr me brillan los ojos, hace unos meses me comentaron: “ojalá te brillaran los ojos por ´whatever´, tal como te brillan por correr”. No sabía que al correr irradiara esa luz, ese fuego, esos ojos. Y sí, pienso en ese día (en el día cien), mis ojos se transforman, se estilizan las líneas, pierdo detalles anatómicos, se mutan en formas redondas, con pestañas superiores e inferiores largas, con profundidad, con reflejos; sí mis ojos brillan. Al brillar, se transforman. Me veo al espejo y me espanto, sí, tenían razón, es evidente, mis ojos son estilo artístico vanguardista de ánime. Todo esto solo al hablar de correr. ¡!!Imaginen cuando corro!!!
Función de las 9. Película sin género.
Vi a una persona que hace tiempo no veía… nos dio tiempo para intercambiar palabras… no es un amigo pero sí una persona con la que disfruto pláticas de películas y series. Me encanta platicar porque sin conocernos, la plática de un tema que nos apasiona tanto, como es el cine, nos hace que esa recomendación se vuelva exigencia… para mí, sus recomendaciones se tornan exigencias bíblicas, las tomo como tal. De mi lista por ver, sus recomendaciones suelen tomar ventaja y se pasan en los primeros lugares, desplazan mi orden, sin pensarlo.
Terminamos de comer y quise antes de retirarme de la mesa, decirle una frase que sabía que lo iba a dejar inquieto todo el día… dije: el fin de semana vi una película “Everything… everywhere… all at once”, que cambió mi forma de ver el cine.
Se hizo el silencio (shhhh…).
De qué trata, preguntó con indiferencia mal actuada. Le dije que de nada en particular, un poco de todo, de todos, de todas las dimensiones, de actuaciones de primera, de un guión ridículo pero cierto, de detalles impensables, de acción, suspenso, drama, de problemas reales, de temas que no sabías que podían ser problemas, de la familia, de los padres, de los hijos, del amor, de la monotonía, de tradiciones, de dudas, de maldad, de encontrar al indicado, de valor, de creer, de homenajes a otras pelis, de buen gusto, de vulgaridad, de colores, de lucha, de soluciones a imposibles, de un cambio de época, de abrir la mente, de cerrarla en algunos momentos, de no sentir el tiempo, de frases, de la vida, de la muerte, de la esperanza, de creer, de enfrentar, de intentarlo, de hablar, de sentir.
De esto trata, ni menos y posiblemente mucho más; más de lo que mis palabras pueden explicar. Carezco de la pericia para poder explicarla. Sigo pensando en ella. Le seguí diciendo.
No quiero ser una loca apasionada, pero esta película no me deja ser ajena a gritar que ha cambiado la forma de hacer cine. De ver el cine. De comerse las películas. Sin duda, es la mejor forma de decirte que la veas. Es una obligación, insistí. Cine de culto será. No tengo la menor duda, le dije sin pensar.
Vi cómo en ese momento mi conocido compraba sus boletos para ir a la función de las 21 horas. No aguantó la curiosidad. Lo vi emocionado. Me dijo, mañana sin duda debemos platicarla. Cuento de manera no ansiosa las horas para esa cinefila cita de opiniones de no expertos enamorados del cine. Sí… solo faltan 1080 segundos para la hora marcada, me digo (sin ansia alguna, me repito). La plática prometida. La crítica soñada. La película perfecta.
Relatividad del error
He cometido muchos errores, no sé cuántos. Muchos. Muchísimos. Muchos años cometiéndolos. De forma aleatoria regreso el tiempo y trato de hacer cosas distintas para que el resultado sea un acierto y no un error. Llego al mismo punto. Los sigo cometiendo. Me doy oportunidades para ser más certera. No lo logro. En su momento esos errores no lo eran. Al menos no fueron errores dolosos. Eran errores disfrazados de aciertos. Separo todos los factores de la ecuación y llego al mismo resultado. Vuelven a salir. Errores y errores. Saco, bajo la chistera de maga que no soy, no un conejo asustado, un error con cintas de colores, que al menos apacigua mi mala decisión.
Pero de esos errores estoy formada: tengo primaria en erratas; secundaria en desatino; preparatoria en equívoco; licenciatura en desacierto; maestría en yerro; doctorado en confusión. De este estudio de la vida me he formado con pericia. Resultando ser quien soy. Ni más ni menos. La persona que se equivoca con la intención de no seguirlo haciendo. Pero los errores me acompañan. No me sueltan. No los suelto. Son mejores que un libro. Que una clase. Es la vida. Es la responsabilidad de asumir las consecuencias. Es mi formación. Prueba-error como método heurístico para obtener conocimiento. Para mí, no un método, un estilo de vida.
Me da miedo la gente que no se equivoca porque no puedo verme en sus ojos, de seguro ellos no pueden encontrar nada de ellos en los míos. Dudo de esas personas porque no son mis iguales. Me gusta aprender de los errores de los demás. Los asumo como propios y avanzo en las casillas del tablero. Del juego de la vida. Me gusta perder porque gano, el aprendizaje es sin duda imborrable. Me gusta jugar a ganar, aunque pierda a través de las malas decisiones. Ya vendrán oportunidades de hacer las cosas mejor. Ya vendrán temas nuevos que me impedirán saber que lo que hago está del lado equivocado. Ya vendrá la oportunidad de que ese conocimiento lo pueda aplicar y entonces no yerre el camino de la verdad. Aunque las verdades son muchas. Aunque los errores no siempre lo son, aunque parezcan que son. Los errores y los aciertos, a veces son tan relativos. Muchos errores que advertí de pequeña, hoy ya no lo son. Muchos aciertos que hice ayer, hoy ya no lo son. Aciertos que en su momento pueden ser errores. Errores que pueden convertirse en aciertos o siempre ser errores. Son mis grandes maestros de vida. Sin duda, lo son. Nunca los dejo separse de mí. Nunca dejo de aprender de ellos. Soy una piel que envuelve decisiones buenas y malas. A veces más malas que buenas. Pero nunca en la inacción. Siempre con ganas de aprender. Siempre apostando a la relatividad del error.
Olor en el dolor…
A qué huele el dolor, me preguntaba ayer, primero pensé que la respuesta sería a todo lo que no nos gusta, a esa comida que te obligaban a comer de pequeño, so pretexto a que debíamos aprender a comer de todo. A esos exámenes sorpresa que te hacían y que no te iba bien. A cambiarte de escuela y dejar a tus mejores amigos. A los recuerdos malos que hemos asiduamente acumulado en las espaldas. A las despedidas que se han tenido en la vida. A la muerte de tu ser querido, viene a mi mente la muerte que más me ha eclipsado, inmediatamente mi padre. Busco el olor que me produjo su partida. No encuentro en mi mente olores. No recuerdo haber tenido alguno. No hubo. No hay. No recuerdo desde cuando comencé a dejar de oler: cuando enfermó, cuando partió, cuando tuve que aprender a vivir sin él. El olor fue apareciendo poco a poco. Sin darme cuenta regresó, posiblemente el dolor iba cediendo, volví a ser sabuesa. Con olfato inquieto y suspicaz.
El dolor no huele, lo sé, eso desespera al más paciente. Impotencia. Como vendarte los ojos sabiendo que hay muchas cosas por ver. A pesar de ello vendarte. Así el dolor, no te permite oler, a mi no me permite oler. El dolor tiene además, ausencia de color.
Muchos dirán sí huelo en el duelo. Lo que les diría es que muchos olemos, pero no el dolor, sino la nostalgia. La nostalgia es un olor hermoso; se vuelven a vivir “esos momentos”, los momentos cuando no había dolor, posiblemente no te imaginabas que llegaría. El dolor llega sin avisar. De imprevisto. El olor que se advierte en la nostalgia es el que hueles cuando eres feliz. Todos los olores combinados en alegría. Felicidad absoluta vertido en el perfume que más te gusta. Pero cuando ya no los hay, hueles ese recuerdo. Al principio es una salida fácil como droga; por un lado, tu mente del pasado te dice lo que fue y te engaña para que te confundas que ese que alguna vez fue tu presente, hoy tu pasado, se pueda posesionar del momento que hoy es doloroso; por otro lado, la del presente, la dolorosa, la que arde, la que te dice que lo que hoy tienes ya no es lo que tuviste. El dolor que te avisa que lo que hoy tienes ya no es suficiente. Esa ausencia que duele es la que no tiene olor.
El dolor duele porque sabiendo que viviste la felicidad, hoy ya no se tiene. O al menos ya no la ves. La llegarás a ver de nuevo pero pasarán muchas enseñanzas por aprender. Hay también que encontrarla. Sincronía de los sentidos que se encuentran en alerta. Confundidos. Hay que volver a armonizarlos. Tiempo debe de pasar. Pero llegará.
La anosmia es señal que hay vacío. Dolor. Tanto el tiempo como los olores se congelan. Entiendo ahora que por eso en los funerales se dan flores. Tratas de despertar en el doliente su capacidad de volver oler con flores que se entregan como símbolo de solemnidad, de un “estamos contigo”; las flores sustituyen el olor ausente con la felicidad que causa a la vista recibir flores.
El dolor no huele solo duele y duele mucho. Apachurra el corazón. Regresar a la nostalgia es alentador huele a todos los olores que has amado en tu vida y que te marcaron. Eres un producto de esos olores. Regresar de la nostalgia y enfrentarse al dolor es un golpe bajo de la vida. Pero es. Nadie nos libramos de eso.
El dolor, si tuviera que oler a algo, posiblemente sería a crisantemos, a lirios, a rosas, a claveles, a alcatraces y lycoris. La vista lo agradece y se conmueve. El olfato, debe de intentar olerlas. Disfrutarlas. El olfato, debe esforzarse en olerlas.
Clase de gramática: conjugar
Te leo, te huelo, te veo, te oigo, te sigo, te digo, te tengo, te creo, te leo, te llamo, te cuento, te entiendo, te apoyo, te hablo, te divierto, te ayudo, te lleno, te cuido, te lloro, te extraño.
Me extrañas, me lloras, me cuidas, me llenas, me ayudas, me diviertes, me hablas, me apoyas, me entiendes, me cuentas, me llamas, me lees, me hueles, me ves, me oyes, me sigues, me dices, me tienes, me crees.
Me extrañas, te extraño, me lloras, te lloro, me cuidas, te cuido, me llenas, te lleno, me ayudas, te ayudo, me diviertes, te divierto, me hablas, te hablo, me apoyas, te apoyo, me entiendes, te entiendo, me cuentas, te cuento, me llamas, te llamo, me crees, te creo, me tienes, te tengo, me dices, te digo, me sigues, te sigo, me ves, te veo, me hueles, te huelo, me lees, te leo.
No importa si yo te, o tú me… hay sincronía en los verbos, si tú, entonces yo. Si yo, entonces tú. Saltamos con brincos agnósticos, preguntándonos todo. Sin cuestionarlo nada. Viviendo. Solo eso. Nos conjugamos en un te amo y me amas. verbo conjugado que denota: modo, tiempo y número de personas. Respectivamente, (i) en todas las modalidades y circunstancias, (ii) para siempre y (iii) entre tú y yo.
*Suena la chicharra…
**Termino la clase con honores…
***Me ponen, previo a la saliva, una estrellita dorada en la frente.
El esperanto de los niños…
E(fes)ta(far) co(fon) mi(fis) a(fa)mi(fi)go(fos) es(fe) ma(fa)ra(fa)vi(fi)llo(fo)so(fo). Ve(fer)lo(fos) co(fon) sa(fa)lu(fud) u(fun) co(fon)sue(fe)lo(fo). E(fes)cu(fu)cha(far)lo(fos) re(fe)í(fir) u(fun) sue(fe)ño(fo). Ho(foy) no(fos) pa(fa)só(fo) a(fal)go(fo), sie(fem)pre(fe) a(fal)go(fo) bo(fo)bo(fo) que(fe) co(fom)pa(far)ti(fir), to(fon)to(fo) y(fi) o(fo)cu(fu)rre(fen)te(fe). Pu(fu)e(fes) ho(foy) pa(fa)só(fo). No(fos) re(fe)í(fi)mo(fos) lo(fos) tre(fes).
No(fo) po(fo)dí(fi)a(fa)mo(fos) re(fe)í(fir) e(fen) e(fe)se(fe) mo(fo)me(fen)to(fo), po(for) me(fe)ra(fa) e(fe)du(fu)ca(fa)ci(fi)ó(fon) no(fo) e(fe)ra(fa) pe(fer)mi(fi)ti(fi)do(fo) re(fe)í(fir); vi(fi) co(fo)mo(fo) u(fu)no(fo) de(fe) e(fe)llo(fos) se(fe) po(fo)ní(fi)a(fa) de(fe) co(fo)lo(fo)re(fes) po(for) a(fa)gua(fan)ta(far)se(fe) la(fa) ri(fi)sa(fa); lo(fos) o(fo)tro(fos) do(fos) tra(fa)ta(fa)mo(fos) de(fe) po(fo)ne(fer) ca(fa)ra(fa) de(fe) se(fe)rio(fos), de(fe) pro(fon)to(fo) lo(fo) vi(fi)mo(fos), ya(fa) no(fo) pu(fu)di(fi)mo(fos) co(fon)te(fe)ne(fer)no(fos). No(fos) re(fe)í(fi)mo(fos) lo(fos) tre(fes) y(fi) ha(fas)ta(fa) la(fa) pe(fer)so(fo)na(fa) de(fe) la(fa) cua(fal) no(fos) cui(fi)dá(fa)ba(fa)mo(fos) que(fe) no(fo) no(fos) vie(fe)ra(fa) re(fe)í(fir).
A(fa)mo(fo) re(fe)í(fir), a(fa)mo(fo) ve(fer) a(fa) la(fa) ge(fen)te(fe) re(fe)í(fir), a(fa)mo(fo) a(fa) mi(fis) a(fa)mi(fi)go(fos). No(fo) ca(fam)bi(fi)o(fo) e(fe)so(fos) mo(fo)me(fen)to(fos) po(for) na(fa)da(fa). E(fes) co(fon) lo(fo) que(fe) me(fe) que(fe)da(fa)ré(fe) to(fo)da(fa) la(fa) vi(fi)da(fa). Co(fon) e(fe)so(fos) re(fe)cue(fer)do(fos). Esa(fas) ri(fi)sa(fas). E(fe)sa(fas) to(fon)te(fe)rí(fi)a(fas).
E(fe)so(fos) tie(fem)po(fos). A(fa) ve(fe)ce(fes) no(fos) va(fa)mo(fos) a(fa) co(fo)me(fer); ca(fa)da(fa) u(fu)no(fo) pla(fa)ti(fi)ca(fa) su(fus) pe(fe)na(fas) la(fa)bo(fo)ra(fa)le(fes), e(fes)cu(fu)cha(fa)mo(fos), ta(fam)bié(fen) po(fo)de(fe)mo(fos) se(fer) se(fe)ri(fi)o(fos), e(fel) que(fe) e(fes)tá(fa) e(fen) la(fa) me(fe)sa(fa) de(fe) lo(fos) a(fa)cu(fu)sa(fa)do(fos) e(fes)bo(fo)za(fa) su(fu) mo(fo)me(fen)to(fo) ca(fa)tá(far)ti(fi)co(fo), cua(fan)do(fo) te(fer)mi(fi)na(fa), de(fe) fo(for)ma(fa) po(fo)co(fo) co(fon)ve(fen)cio(fo)na(fal) co(fo)me(fen)za(fa)mo(fos) a(fa) da(far)le(fe) so(fo)lu(fu)ci(fi)o(fo)ne(fes), pe(fen)sa(fa)mo(fos), ha(fay) a(fal)guie(fen) que(fe) no(fos) ne(fe)ce(fe)si(fi)ta(fa), so(fo)mo(fos) cre(fe)a(fa)ti(fi)vo(fos), a(fal)gu(fu)na(fas) so(fo)lu(fu)cio(fo)ne(fes) so(fon) ta(fan) i(fi)ló(fo)gi(fi)ca(fas) que(fe) la(fas) ri(fi)sa(fas) flu(fu)ye(fen) si(fin) pe(fe)na(fa) a(fal)gu(fu)na(fa).
Llo(fo)ra(fa)mo(fos) de(fe) ri(fi)sa(fa). E(fel) ca(fa)so(fo) e(fes) que(fe) la(fas) o(fo)cu(fu)rre(fen)ci(fi)a(fas) que(fe) te(fe)ne(fe)mo(fos) no(fos) a(fa)yu(fu)de(fen) a(fa) ha(fa)ce(fer)no(fos) pre(fe)se(fen)te(fes). E(fel) rui(fi)do(fo), nue(fes)tra(fas) vo(fo)ce(fes), nue(fes)tra(fas) ri(fi)sa(fas), nue(fes)tra(fa) e(fes)cu(fu)cha(fa), nue(fes)tra(fas) to(fon)te(fe)rí(fi)a(fas), nue(fes)tro(fos) o(fo)jo(fos) bri(fi)llo(fo)so(fos).
I(fin)te(fer)ca(fam)bi(fi)a(fa)mo(fos) nue(fes)tro(fo) ru(fu)i(fi)do(fo) po(for) e(fel) a(fa)bra(fa)zo(fo) que(fe) no(fo) no(fos) da(fa)mo(fos). So(fo)mo(fos) tre(fes): do(fos) ho(fom)bre(fes) y(fi) yo(fo). “Se(fe)mo(fos)” ma(fa)cho(fos), no(fos) de(fe)ci(fi)mo(fos). So(foy) su(fu) “Bro(fo)”, me(fe) di(fi)ce(fen). So(foy) su(fu) a(fa)mi(fi)go(fo); e(fe)llo(fos), mi(fis) a(fa)mi(fi)ga(fas).
No(fo) te(fe)ne(fe)mo(fos) gé(fe)ne(fe)ro(fo). So(fo)mo(fos) se(fe)co(fos). Mu(fuy) se(fe)co(fos), no(fos) pe(fen)sa(fa)mo(fos). Se(fe)co(fos) co(fo)mo(fo) la(fa) gi(fi)ne(fe)bra(fa) co(fon) ve(fer)mu(fut) y(fi) u(fu)na(fa) a(fa)ce(fe)i(fi)tu(fu)na(fa) cru(fu)za(fa)da(fa). Se(fe)co(fos) co(fo)mo(fo) u(fun) Ma(far)ti(fi)ni(fi) de(fe) a(fal)tu(fu)ra(fa) e(fen) u(fu)na(fa) ta(far)de(fe) de(fe) vie(fer)ne(fes). A(fa) ve(fe)ce(fes) da(fa)mo(fos) cru(fu)da(fa), pe(fe)ro(fo) en(fe) e(fel) mo(fo)me(fen)to(fo), so(fo)le(fe)mo(fos) ca(fa)e(fer) mu(fuy) bie(fen).
Foto familiar… 📸🤳🐶🐶👩🦰
❤️Te abrazo, tu carita se recarga en mi cuerpo; te abrazo, cierras tus ojos, te tranquilizas, siempre en movimiento, siempre tienes prisa. Hace dos años ya de su llegada, tan diferentes entre ustedes, tan parecidas a mí, yo tan ustedes, ustedes tan yo. Son mi inicio y termino del día. El quejido, la cola en movimiento, los ojos de avellana con que me ven, me son necesarios, son mi amuleto. Huelen a vainilla, a tierra revuelta, a pasto mojado, a travesura, a sorpresa, a pucheros, a orejas paradas, a ladridos, a cuidarme, a caricias. Me hipnotizan. Seis ojos, ocho cojinetes, seis orejas, dos brazos, dos piernas, tres corazones, todos habitan esa casa, su casa. Nuestra casa.
❤️Despierto, pongo música, las animo con voz queda, no quiero espantarlas, doy pasos sin hacer ruido. Pongo café, mi equivalente a su música, me acompañan, te estiras, me regalas tus bostezos; la casa se impregna de movimiento. Desde el inicio me vigilas, tengo una sombra con cola y orejas paradas. Me acerco a los tenis, comienza la fiesta, emoción descontrolada, desde ese momento se activa el chip del paseo matutino; aún no es tiempo, ustedes ya juegan. Salimos, persiguen ardillas madrugadoras, gatos que las retan, su mundo se dispara, el mío se descontrola, me gusta, lo asumo, las necesito. Pongo la televisión, a ti “T” te gusta verla, me acompañas ¿qué verán tus ojos de perro feliz?, a ti “P” te gusta la música, de preferencia tranquila, te ayuda a dormir, te gusta vigilarme a distancia, te gusta que te lea, te gusta el ritmo de mi voz, te duermo. Enloquecen a la hora de comer, se sorprenden con la comida de siempre, se ha vuelto un juego, croquetas aburridas que dan un giro de ilusión, emoción perruna. Tú me agradeces cuando terminas de comer.
❤️Regreso a casa cansada, me reciben como si no nos hubiéramos visto en días; la recepción vale un día agitado, un tráfico desbocado. Son mi tranquilidad, todo se olvida a su lado. Mientras juegan con sus croquetas, yo preparo mi cena, me ladran su día, las escucho, acomodan sus cuerpos de forma curiosa pidiendo caricias, solo quieren eso. Atiendo sus ojos suplicantes, mis manos recorren su pelaje: una, blanco; otra café. Suspiran fuerte, se sienten seguras, comienzan a bostezar, no tardan en dormir. Me quedo viéndolas. Respirando su tranquilidad. Voy por mi libro, sigo mi día, suspiro también, estamos reunidas. En casa, al fin, me digo. Si duermen y sueñan, estoy completa, tranquila. Mi, sin duda, son ellas. Mi hogar, su tranquilidad.
Escudera nórdica…
“Salvar el fuego” de Guillermo Arriaga es mi actual compañero. Nuestro reencuentro. Un regalo inmerecido pero agradecido. Mucha ausencia nos precedía. Las sorpresas que nos regalan las palabras. Historias por contarnos. Todo através de un presente. Me regalas una historia bien contada, magistral. Mientras saboreo a cucharadas las páginas, me obsequias tus palabras, tus preguntas, tus emociones; sin dudarlo, las mías tratan de a galoparse a las tuyas. La mejor forma de platicar; el pretexto ideal, pienso, sin duda un libro. El libro atrapa. Hemos departido lo que leo; tú ya estás avanzado en la lectura; tratas de no adelantarme nada; ¿las cartas de los reos?, imperdibles sin lugar a dudas; dices que pensaste en mí cuando lo leías porque hay alguien de los protagonistas que escribe, lo descubro, me avergüenza, la escritura del personaje es impresionante, mucho por aprender, me digo; comentamos de lo escrito, de lo no, de lo que debió, de los personajes, de la historia, de las emociones; un tema curioso, platicamos de la estatura del protagonista, hasta hemos cruzado apuestas. El título me genera a estas alturas, con 166 de páginas leídas, el mismo desconcierto que al principio; puedo hoy, darle varios significados; en primera instancia, el literal, el que quema, el que atrapa, el que mata; por el otro lado, el poético, el que refiere al amor, el que ahoga, el que deseamos, la autodestrucción que con gusto tomamos y no pensamos; … ¿quién no desea morir asfixiado en esas llamas?
¿Cómo se puede salvar el fuego? Pienso, la respuesta no puede dar lugar a soluciones perennes; el fuego, cualquiera, se apaga; la emoción que ciega, el fuego pasión que lo arrebata todo; todo estorba, nada es aparentemente imposible. Todo se consume en el momento, urge la inmediatez, no cabe el futuro, no valen las esperanzas, la promesa de lo que deberá ser es insuficiente. Hay prisa. Ese fuego pasión se acaba. El título intriga. Me intriga. Me atrapa.
Salvar el fuego, me digo. Si de la lectura se advierte el cómo salvarlo, vale la pena leerlo, averiguarlo, ello no obstante que el libro se revele cautivador; si me aseguran que no se es posible salvarlo, con eso podría hacerme sentir liberada, se ha apagado porque no se puede mantener prendido; la realidad es que la llama cede a su grandeza, a su hermosura. La realidad si bien maneja un fuego que invita a pecar, este es distinto, el fuego que como luz de bengala te divierte, pero no alumbra y a pesar de ello quema; el fuego que quema y te ciega, ese es peligroso; el fuego que te alumbra, pero su llama es moderada, cual cirio pascual, ese fuego te cuida; muchos suelen rezar con esa luz, es tranquilidad; calor que no quema, ni fuego que ciega; luz que dirige a las almas, esas que están hambrientas por creer.
Con un truco de alquimia del viejo Melquiades en Cien años de Soledad, quisiera aprender a salvar el fuego. Aprender y salvarlo contigo. Mi objetivo con esta lectura, es claro. La utilidad de tu regalo es evidente. Mi receta de cocina de paladar exigente, es la que permita mantener en el tiempo que nos resta, la llama. No quiero salvarlo como evidencia de pérdida. Quiero conservarlo. Quiero, a partir de hoy, cual escudera nórdica, alzar la voz y defender el fuego. Sí… confirmo… Quiero salvar el fuego. Quiero salvar “nuestro” fuego.
Sube y baja…
Ayer día de entreno de tirada larga… a un ritmo relativamente más rápido de lo normal. Me detuve tres veces a hidratarme y casi no sentí que mi cuerpo reclamara. Comienzo a escuchar a mi cuerpo. Sí, mi cuerpo me habla… Me van hablando las piernas, los brazos y la respiración, ésta comienza a hacerse más consciente. Cuesta tanto aliarse con ella. Ahora ya quiere respirar conmigo. Mi cómplice. Mi corazón se emociona. Es, entiendo, estar en tu centro. Estar firme en tu zona y sentirte segura contigo. Del tema del deporte comienza a meterse como la humedad en otros aspectos de mi vida. El personal sobre todo. Ya respiro mejor. Termino la segunda semana de dieciocho. Con mucha emoción; mis ojos puestos en Berlín… No hay distracciones, todo lo que sume ayuda y se adiciona a mi vida. Las restas no me gustan. Nunca me gustaron. Huyo de las restas. Las alejo. Lo que resta se ha eliminado en la operación matemática. Ya no está. Solo sumo y multiplico.
Hoy descanso, día de caminata con mis gordas bigotonas; mientras caminábamos encontramos un “sube y baja”. Hace días platicaba con un amigo que quería subirme a uno. No dije nada. Recordar ese movimiento de piernas, la emoción de estar arriba, cuando niños… Sentirnos volar. El poder que nos daba estar abajo y no dejar bajar al de arriba, ver que suplicara. Poder de niños. Poder de diversión. Maldad de inocencia.
No dije nada, de pronto me ayudaron a sujetar a mis peludas… el ofrecimiento se hizo… Quieres subir al juego?. Sin decir nada mi deseo se me concedió. Mis ojos daban las gracias por esa propuesta. Se necesitan cómplices para hacer cosas no comunes. Dos adultos jugando a ser niños. Subirnos; el juego debe estar en equilibrio; comenzar a subir y bajar moviendo las piernas hacia arriba, hacia abajo, sabiendo que si uno sube el otro baja, jugando a dejar arriba al otro, a tener el control estando abajo; si estás arriba saber que eres grande… muy grande, que ves todo. Qué paisaje! Qué estampa. Flotar…
Mis perras ladraban por una ardilla, yo reía emocionada, la escena era hermosa, tenía 6 años y estaba en los juegos de un parque con mis hermanos; siempre al acecho de los ojos cuidadores de mi madre, con mascotas; con ropa llena de pelitos y ladridos que nos reclamaran atención. Hoy la escena era eso, salimos a pasear; Tina y Palomita nos llevaron a pasear y nos llevaron a subirnos a los juegos, a recordar lo que somos, niños que venimos a esta vida a divertirnos. Niños con arrugas. Niños con obligaciones. Niños con canas. Que si bien tenemos responsabilidades… seguimos siendo eso, niños que jugábamos en casa, en la escuela, en los parques, en las fiestas; solos, acompañados, con hermanos, con primos, con amigos, con desconocidos. No importaba, jugábamos, solo eso, jugábamos a ser adultos, a: “declaro la guerra”, a “policías y ladrones”, a “encantados”, al “avioncito”, a las “canicas”, a la “cuerda”, a las “escondidas”; a lo que fuera, no importaba el nombre del juego, la única regla era divertirse y usar la imaginación, esa que decidimos guardar. No había diferencias entre los niños. Todos éramos solo niños; todos lo seguimos siendo; algunos tenemos a nuestro niño amordazado; pensamos que al ser adultos ese niño debió de desaparecer… y no… somos niños con experiencia, con otros conocimientos; la imaginación, la guardamos para que no se gaste, sin saber que es el músculo que más deberíamos ejercitar; tan importante que es jugar; hoy lo supe.
Entender que ese “sube y baja” que jugábamos es un esquema de la vida misma. Siempre si subimos podemos bajar y siempre que estemos abajo podemos subir. Para bajar del juego hay que equilibrar asientos. Y eso solo se puede lograr con dos. Las personas para bajar, para subir, deben de estar de acuerdo y coordinarse. Cierta estoy que si tú estás, yo estoy y queremos jugar, en el “sube y baja” de la vida, sin duda debemos regresar las veces que queramos, que sean necesarias. Quiero continuar mi vida embriagada por tanto juego, me digo… hoy sí seré la que hable, pienso… no más que alguien te lea la mente, sigo pensando, a decir lo que quiero que solo hay una vida…
[shhh… silencio… pausa… shhh]
[Trago saliva dos veces…]
[Comienzo a hablar…]
[Un hilo de voz…]
Me acompañas a jugar?, le digo con voz tímida, tratando de atrapar sus ojos… mira… mira, le digo con emoción, traje unas caninas y un gis!
ありがとうございましたArigatōgozaimashita
Me gusta tu sonrisa. Tu plática también. De hecho es lo que más me gusta, es un baile… ponle la música que quieras… a mí me gusta bailar… Puedo contarte todo, puedes contarme todo. Escuchamos al otro. Con cuidado. Con respeto. Con ojos de interés. Se nos va volando el tiempo. De tantas cosas por hacer, solo pudimos platicar y el tiempo se acabó. Sentí que fue cosa de minutos, han pasado ya 3 horas. Han pasado ya 5 años.
La historia nos ha traído y llevado… muchos guiones…; en el pasado, esperaba tu plática; en otros tiempos; me escondía de ti; hoy, confieso, la busco, la necesito.
Hoy platicamos de cosas muy serias, demasiado serias sin quitarle las risas, maduramos. Me gustó verme a cinco, diez, años… Nunca había logrado completar este ejercicio de visualización; hoy, lo conseguí!
Te acuerdas que platicábamos si siempre podía aplicar la palabra “Gracias”?… sí aplica…
G R A C I A S.
The gods must or are crazy…
Jueves de series, me sentí bien. Impactada por el logro, dos series de 5 mil metros a ritmo alto, con descanso de tres minutos. Las piernas y el corazón siguen aprendiendo en el camino, asimilando que pueden ser fuertes. El hambre continúa. El gusto por la comida comienza a cambiar, ya no disfruto lo mismo. Necesito más agua. Más sueros. También más proteína. Hace mucho no entrenaba en el gimnasio; mi calle había sido el mejor lugar de entrenamiento, hasta hoy. Comenzaré a alternar días. En calle y en cinta. Debo de acostumbrar mis piernas a los cambios, tal como uno debe hacerlo en la vida.
Hoy comí con una amiga, recién descubierta, hace unos meses llegó; así de pronto apareció; me hace reír mucho. Ella dice que yo a ella. Creo que se equivoca. Juntas cambiamos el mundo, sentadas pidiendo sushi. Así de cómodas. Así de fácil. Así de casual. Me cuenta, la escucho; le cuento, me escucha; me pregunta, le contesto; le pregunto y analiza. Reímos… Pedimos alimentos, yo me voy a lo seguro, lo conocido; ella a las cosas diferentes, a la aventura. Reímos… Nos ponemos al día en aproximadamente dos horas. Siempre insuficientes. Reconfortantes pero escasos. Calidad no cantidad, me digo. Esperamos la siguiente comida. Muchas cosas pasan entre comida y comida, solo se acumulan, se anotan, se cuentan, se arreglan. Así nuestras comidas. Son momentos en que tocamos base, nadie puede hacernos daño. Estas comidas son el oasis después de caminar por días en el Desierto del Kalahari. Recordé inmediatamente la película de “The Gods must be crazy”;* compartir es el verbo de esta película botsuana; ante una botella de Coca-Cola que cae de una avioneta, se piensa que es un magnánimo regalo de los dioses; comienza inmediatamente la necesidad voraz de todos los habitantes de hacer suyo ese regalo. Se les olvida el significado de la palabra “compartir”. Tanto así que, alguien sabio busca cómo tratar de deshacerse de la botella; aparentemente de ser un regalo de dioses se torna, para todos, como una cosa maligna. La gente que había tenido el verbo “compartir” muy bien conjugado, ahora ya no sabe cómo utilizar la palabra. Los peores sentimientos de los bosquimanos aparecen dándole la bienvenida a esa aparente botella-ofrenda divina.
Eso pasa con estas comidas, como la de hoy, como la que hago con mis amigos; no hay regalo de dioses porque pelear. Solo somos la tribu de Xi y su familia bosquimana que vive feliz y tranquila previo a la llegada sorpresiva de esa botella que desata las emociones de ansiedad, asombro, confusión, envidia, miedo, horror, tristeza; transmutando la armonía en desastre. Nuestro convivio es de verdaderos dioses. Una charla, comida y risas; un lujo de reyes, de reinas, de princesas. Un regalo de dioses ¿locos?… posiblemente, pero creo en ellos y me gusta la locura. Acepto el regalo. Me hace feliz.
Siempre se puede ir a tomar un café con un buen libro; se puede hacer cuanto se quiera en solitario, no hay límites, se hace y se disfruta; sin embargo, conjuntar dos almas, ponerlas en sintonía para coincidir, planear hacer algo con alguien, es sin duda un tesoro que guardo; estas comidas, estos momentos, mis amistades, las colecciono dentro de un Ropero; sí como ese que solía tener la abuelita… [notas musicales…] con cosas maravillosas y tan hermosas que guardas tú… Prometo estarme quieto y no tocar lo que saques tú [notas musicales]…** shala la la la
* The Gods must be crazy/ Los dioses deben de estar locos/escrita y dirigida por Jamie Uys/1980
** El Ropero/ Cri-Cri
Sopita de letras…
Mi segundo miércoles de descanso. Doctora del deporte preventivo que me apapacha; comienzo con la alimentación especial la semana siguiente. Entiendo que debo ponerme en acción para que el cuerpo se vaya convirtiendo en el de una corredora. Cuidar no lastimarme es la suma de entrenamiento, alimentación y descanso adecuado. Uno pensaría que es solo salir a correr, pero no, la preparación de un maratón también es modificar tu estilo de vida. Si bien no ser inflexible, sí más consciente de lo que ingieres. Hay que ingresar la energía adecuada para que el resultado del entrenamiento sea mejor, es un tema de lógica pura. Me gusta este tipo de vida. Alejada estoy de lo que suelen hacer los atletas profesionales, pero quiero, en la medida de lo posible, como en todo lo que me propongo, tejer los hilos que me den el soporte adecuado para potencializar mi objetivo.
Estas semanas tengo comidas, las siguientes también. Mi tiempo a veces no me pertenece. Hay muchos compromisos. Pero pienso que si los hago es porque quiero, entonces dejan de ser compromisos para volverse momentos de agrado planeados. Es cuando te das cuenta del uso adecuado de las palabras y sus conceptos. No soy buena para tener agenda llena, sin embargo, suelo tenerla; al final disfruto tenerla. Mi tiempo no es mío. Siempre es de otros. Lo que pienso es que es de otros porque vivimos en sociedad, porque me gusta estar con la gente, intercambiar ideas, reírme. No disfruto estar entre muchos, me engento con facilidad. Me gustan las reuniones en donde se haga una charla constante, con ritmo. En donde no tenga uno que gritar para ser escuchado porque la música es estridente. Me gusta que todos puedan hablar, escuchar e intercambiar ideas. Ya saben, el proceso de una comunicación: sale una idea, alguien o varios somos receptores de ella, la analizamos y la contestamos y así sucesivamente. Parece aburrido, pero es parte de mi diversión. Comunicar. Escribir, posiblemente es la evidencia de lo que quiero platicar; diversión unilateral, no se comparte, se comparte el escrito, no la forma de hacerlo. Ese tiempo sí me pertenece.
Me gusta intercambiar sonidos de voz, experiencias. Es una forma de hacerlas mías, de vivirlas a través del otro. Los antros no hacen negocio conmigo. No soy buena clienta, no soy clienta. Lo extraño es que me guste correr maratones. Hay mucha gente. Soy un punto entre tantos. Muchos puntos. Cuarenta y cinco mil puntos. Cuando estoy entre tanta gente me gusta pensarme sola y entonces comienza mi tranquilidad. Así no me distraigo y puedo disfrutar la actividad para mí, sólo para mí. Ese tiempo sí lo considero mío, egoístamente mío.
Lo vivido en los maratones, especialmente en mis entrenamientos. Son míos. Mi tiempo. Cuando estoy encerrada en mi oficina, sin reuniones, leyendo o analizando un tema. Ese silencio me pertenece y no lo comparto. Ideas danzan en mi mente hasta que acaba la música y entonces como el juego de las sillas debes de sentarte rápido para no quedarte parado, sin silla. Así pienso… mucho movimiento y de pronto nada; como una sopa que bailan las letras por el plato caldoso y caliente. Se toma una cuchara sopera y como una pala encontrando el oro, se rescatan muchas letras; muchas posibilidades, varias palabras, varias ideas.
Me gusta vivir mi vida con el estupor de las palabras; las palabras que se formen de una charla. Sí, me gusta mi vida vista como una sopita de letras, humeante, llena de ellas, de ideas; llena de sorpresas sabrosas; de jugar a que a cada cucharada haya siempre la posibilidad de encontrar la palabra que no sabíamos ni si quiera que estábamos buscando. Y aun así encontrarla.
Corazón de perro ❤️+🦮🦮🦮
Un martes de entreno salvaje. Bien logrado. Comienzo a tener más hambre de la normal. La saciedad se irá modulando conforme se intensifican las semanas. Uno va aprendiendo a escuchar a su cuerpo. También indica el cuerpo cuándo debes de comer, cuánto y con qué alimentos te sientes mejor. Es la mejor forma de nutrirte: prueba-error. Vas sabiendo qué alimentos te hacen mejor que otros. Sin perder de vista que la proteína es esencial, la fruta, verdura. Regresas a lo primario, no condimentado, sin grasa… a lo natural. Parece no divertido, pero cuando te das cuenta que eso potencializa tu cuerpo, sí que lo es; agradeces comer sano. Hidratarte. Piensas mejor. Uno va aprendiendo que los alimentos se vuelven tus aliados, solo si eso es lo que quieres. Otra forma de aprender a conocerte… a reconocerte.
Hace dos años se fue mi compañera peluda que me acompañó por casi tres lustros. Un 31 de mayo, mientras yo trabajaba un domingo; ella me miraba fijamente, como siempre. Me hipnotizaba con su mirada. Su camita, recuerdo, siempre trataba de que estuviera a unos pasos de mí, todo el tiempo pegada; sobreviviente de cáncer en dos ocasiones, amante de las pelotas, sobre todo en movimiento; bien pudo ser la perra “pichichi”; una pelota y todo para ella era una fiesta; nos solíamos salir al patio a jugar, debía delimitar el tiempo porque ella nunca se cansaba. Tenía su agua, un gran tambo de agua; cuando quería tomar tiempo de descanso, le fascinaba meter su pelota y enjuagarla; metía toda la cabeza para refrescarse y sus cojinetes también los refrescaba, una labradora nadadora; fue esterilizada y eso hizo que engordara, por lo que debía cuidar con esmero sus articulaciones. Su peso no era un impedimento para seguir jugando. Cuando estaba cansada, tomaba una de sus pelotas y la escondía, la abrazaba como “Teddy Bear”. Sé que soñaba en un cielo de pelotas en movimientos, hasta en sueños veía que sus patitas hermosas se movían. Nunca paraba de jugar. Mi hermosa perra pachona no dejó nunca de divertirse, parte de su diversión era quererme. Sin duda yo la amaba. La amo. En el amor no hay línea de vida. El amor es perenne.
La pandemia si bien ha sido devastadora, dolorosa; para este ser hermoso “Nicky”, fue una oportunidad para tenerme a su disposición todo el día. No sabía que había pasado, yo ya no me ausentaba para ir a trabajar, todos los días eran fines de semana, sus momentos más felices; no imaginaba que a tan solo unos meses del “encierro apocalíptico” iban a ser nuestros últimos momentos juntas; estoy segura haberla disfrutado lo más que se pudo; lo más que el tiempo me permitió. Acomodaba siempre su carita hermosa en una posición en que podía observarme, vigilarme. Yo la vi, seguí trabajando; de pronto sentí que algo pasaba con ella, comencé a hacer ruidos; me dije, está muy cansada, sigue dormida; no podía aceptar su partida, seguí hablando con ella. Sospechaba que no me escuchaba, me decía shhh!!!!duerme; no quería dejar de hablar. En el momento en que dejara de hablar, ese monólogo que solía tener con ella, entonces estaba reconociendo su inminente muerte. ¿Qué fácil es no apegarse a la realidad? Una vía rápida… fácil; difícil retomar el camino de la ausencia, el de la ruda realidad, el del rompecabezas incompleto. Llegó su veterinario; ese que la había salvado de varios achaques, aventuras, infecciones: un infarto fulminante, me dijo; no se hubiera podido hacer nada; con esas palabras mal logradas intentaba colmar mi llanto. Era su momento de descansar, insistía. ¿momento de descansar?, yo me decía… ¿cuándo es ese momento?
Comprendes, entonces; ese momento solo “es”; nadie opina, no hay democracia, no hay votaciones; solo es y en consecuencia hay que aceptarlo. ¿qué el tiempo lo cura todo?, no es cierto; te ayuda solamente a aceptar la ausencia. El hueco sigue y seguirá, el tiempo no completa la ficha que falta; solo se aprende a ver la ausencia como algo que fue y ya no es; no será, nunca más; recuerdas, entonces lo bello que fue coincidir. Hoy tienes nuevas peludas; a todas las amas; todas con un amor infinito y diferente. Hoy rememoro a mi peluda futbolista; desde temprano te llevo tan presente y en tu honor Tina, Palomita y yo salimos hoy a pasear en la mañana; mientras paseábamos les platicaba de ti, de nuestras aventuras juntas. De que no solo tengo mis corazón de perro repartido en dos, sino en tres… mi corazón está ocupado por ellas; y no tengo ojos para ninguna orejona más que para ellas. Les digo; entonces, paran sus orejas, mueven las colas, se acercan, me llenan de pelitos y parece que me entienden; si tuvieran brazos sé que nos daríamos el abrazo más apachurrado que pudiéramos darnos; acaba ese momento con dos perras boca arriba con la panza al descubierto esperando su masaje, caricias; lo exigen, me encanta; pelean entre ellas por ver quién es la más consentida de las dos… las dos lo son; me divierte que ellas crean que tengo preferencia por alguna. No saben que mi corazón de condominio perruno es de ellas. Solo de ellas. Condominio vertical. No horizontal. Con tres departamentos llenos de pelos.
“Hot sale”… Promoción exclusiva.
Comienzo mi segunda semana de entrenamiento. Las piernas bien. Me sorprendo con lo que dice mi reloj. Al parecer, estoy en óptimas condiciones para entrenar, “Pico de forma”, dice el Garmin. Me siento bien, aunque en breve, sé que comenzaré a sentir más cansancio. Si recuerdo bien, ese cansancio comenzará en la semana ocho de dieciocho. El cuerpo comienza a reclamar. A pedir a gritos descansos. Pero logra sin paralizarse seguir entrenando. Entiende que no es el momento para descansar. El límite del sobre-entrenamiento es a lo que jugamos para mejorar. Una delgada línea que hay que cuidar para llegar con plenitud al maratón. Así en la vida, ese límite superado te hace crecer.
Mi hermano se ha sumado a mis entrenamientos. Siempre compartiendo locuras. Yo comencé a correr por él. Somos vecinos. Corremos en la colonia, nos vamos apoyando con las pisadas, con los espacios de hidratación, con el ritmo, con el ánimo, con la sonrisa. Cuidándonos de los vehículos, a veces aún la gente no tiene la cultura de manejar con el cuidado debido; menos aun de ver a unos corredores en la madrugada, sin luz. Entre los dos no hay quejas, solo ánimo. Eso ayuda a ver solo hacia la meta; no recular en el camino, al objetivo, Berlín. De premio después de correr, me digo, un café con mi madre; si el tiempo me da la oportunidad, una charla de unos cuantos minutos; siempre son insuficientes. Decimos, “te cuento algo rápido”, después, lo mismo, ya no nos para la boca. Comemos palabras por los oídos y desprendemos otras por la boca, somos voraces de saber de nosotras; con una rapidez como pocas veces logro hacer las cosas. Soy lenta, pausada; con mi madre y sus pláticas, me vuelvo otra, me motiva. Ponernos al día; entre respiro y respiro, un sorbo de café, recién hecho; café hecho por mi hermano. En estos tiempos de entreno, se me ocurre que puedo robarle al tiempo un poco de respiro, estar más tiempo con los míos; son cosas que hago o al menos intento. Estos momentos con mi madre los guardo en mi mente. Me desdoblo para vivir el presente y a la vez, guardar en una compuerta del mundo de los recuerdos los momentos que quiero inmortalizar. Entrenar despeja la mente. Lo que antes era un problema, ahora lo sigue siendo, no es magia; los problemas no desaparecen; pero puedes ver a lo lejos la alternativa de solución. Abre dimensiones. Encuentras en la oscuridad la luz, esa que te conduce irremediablemente a la salida. A la salida correcta.
Ayer me contaron un chiste que no voy a repetir, soy mala con los chistes, no tengo gracia. Pero me sigo acordando del chiste; hoy mientras manejaba me iba riendo. Cada vez más fuerte. Sería tan bueno el chiste o el chiste no viene solo, sino que recuerdas justo el momento en que te lo contaron, recuerdas cómo lo hicieron, quién te lo contó, en dónde estaban, qué platicaban previo a, el sonido de la risa, de las carcajadas; los músculos de la cara distorsionada por la alegría, por esa libertad de sentirse feliz. Además, la estampa de ese momento; puedo, incluso si cierro los ojos, verme riendo, hasta con dolor de panza; no puedo poner pausa a la fiesta que me he creado. Hoy mientras estaba en un embotellamiento, muchos choques delante de mí, al menos cuatro, iba con la música a volumen cantador; iba riéndome del chiste. Traté de contarlo en la oficina y no pude, solo de recordarlo ya me estaban saliendo unas lágrimas de risa. Hay botones de felicidad, no lo sabía. Están ahí pero siempre debes de encontrar la fórmula para acceder a ellos. Este chiste fue un botón que no sabía que tenía; de pronto, se pulsó.
La vida es un chiste; hay que saber entenderla para contarla y transmitirla de la manera más divertida. Si no se puede transmitir, al menos saber qué es divertida. No es que nos cause gracia todo; no es dejar de ver en la vida la seriedad que representa. Es encontrar en las situaciones, el ápice escondido que nos hace vislumbrar, aunque sea de una manera borrosa, que hay algo que vale la pena, para todos los sentimientos, incluso para la furia, desagrado, miedo y tristeza. A veces uno tiene una vista perfecta, no hay dioptrías que te impidan ver; otros necesitan ayuda, no lo saben, requieren artilugios para que su vista fije la imagen; otros ya fuimos al oftalmólogo, nos diagnosticaron vista cansada; la solución sugerida, lentes adecuados para ver de cerquita. Por eso, considero que, puedo entender tan bien los chistes. Mis lentes son especiales para retener estampas y entender chistes que nadie entiende más que yo, ¿Serán malos los chistes? Posiblemente… Aunque no creo, me hacen llorar de risa. Hoy con mis lentes nuevos, ya veo de cerquita los chistes; me he descubierto con vista de águila, con mueca de boba feliz. Mis lentes; mi sonrisa; mis estampas; mis recuerdos; mis mejores adquisiones, han sido promoción exclusiva; tan exclusiva que no entran en la oferta del momento… en la oferta “hot sale”.
A por ello…
Ayer Sexto día de entrenamiento, hoy descanso… mi primer semana que acaba… distancia larga en pendientes. Mis piernas bien. Primeras vueltas con subidas y bajadas. Pensé no lograrlo. 12.5K bien y sonriente. Salí de viaje. Entreno fuera de casa. Otra experiencia. No dormir en casa propia puede ser malo. Decidí que no lo fuera. Gran experiencia. Corrí entre varios runners y ciclistas. Todos teníamos nuestro objetivo. Todos somos corteses. Todos terminamos felices. Nos sonreímos. Nos despedimos. Sabemos que lo logramos. Una desmañanada más que disfrutamos. Somos aves madrugadoras. Nos gusta. Cómplices sin conocernos.
Cruzar la mirada y reconocernos. Muchos en grupo, en duplas. Pocos solitarios. Me gustan mucho los corredores solitarios.
Desayuné en un lugar que no iba hace 4 ó 5 años. Mejor que antes. Nuevos recuerdos. Hoy me preguntaba, cómo se pueden hacer nuevos recuerdos sobre algo antiguo; algo que se recordaba y se recordaba muy bello. Puede mejorarse el recuerdo?… sí, si se puede. Se consiguió. Todo estaba en su sitio. Pero había algo diferente. Posiblemente yo. Yo soy la diferencia. El diferenciador que suma. Mucho tiempo fui resta. Hoy soy el signo de “+”. Me gusta. Me gusto.
Recordaba la mesa en la que había estado sentada hace unos años. Vi ese espacio vacío. La ubicación que me dieron fue mejor. Insuperable. Los alimentos calmaron cualquier cansancio de piernas. La plática colmó cualquier silencio incómodo. Nada inquietaba mi mente. Después caminé. Caminé mucho. Cascadas… Manantiales… Tierra mojada. Piedras sueltas. Agua… mucha agua. Descanso de piernas con otro ejercicio. Descanso del alma con respiración y ese olor a la aventura. A la sorpresa de conocer lugares hermosos. De conocerme mejor. Superar mis límites.
Día para enmarcar y poner en el buró junto a mi cama. Nada fue planeado; todo salió mejor. El ejercicio me hace ver otros colores. Ya no los primarios. Combinaciones de rosa mexicano con verde limón. Así mis ojos. Un tercer ojo ha surgido. Ya huelo la aventura. Saboreo la tierra mojada. Escucho las sonrisas y toco la tranquilidad. Me gusta lo que soy. Me gusta hacer equipo. Disfruto este entrenamiento. A esta que soy. A esta que soy en este viaje de reconocimiento.
Mis perras me acompañan, sus primeras vacaciones. También nos reconocemos. La que es tímida resultó la valiente. La que me cuida resultó más endeble. Seguimos adaptándonos. Nos queremos más.
La idea era dudosa, viajar, pero por primera vez se me hizo fácil intentarlo. Eso se volverá costumbre. Hábito, como escribir.
Mis ojos están puestos en un “gomero plateado de montaña”, me digo, estará sembrado en mi nueva casa. Después de esto, sin dudarlo, quiero una casa con jardín. Mi nuevo hogar. Mi casa. Ya me ví… jardín, casa, perros, escritura, café y Tú. Quiero viajar ligero… a hacer maletas, me digo! “Por mi eucalipto plateado”… A por ello… por nuevas aventuras, también.


















