La sonrisa triste

Cuando pequeña, no recuerdo si fue en la primaria, mi profesora de español nos pidió, con el afán de aprender a tener sensibilidad, escoger un poema. El ejercicio aparentemente sencillo, consistía en analizarlo y menos fácil para mi corta edad aprenderlo; por último, había un reto adicional, declamarlo frente a todos los compañeros de pupitre; a esa edad ¿quién iba a valorar un poema?, ¿quién iba a respetar una declamación frente a un salón lleno de almas juguetonas con ganas de escuchar la chicharra que indicara la salida para el recreo?; el reto se antojaba un tanto difícil aunado a tan corta edad. En mi caso, siempre tan “participativa” y creativa escogí un poema no corto; al día de hoy puedo seguir recordándolo, todos sus párrafos, todo su contenido; no te preocupes no suelo ser el alma necia de la fiesta familiar que se pone a declamar; suelo repetirlo en voz callada, sólo para mí, me lleva inmediato al túnel de mi infancia; el poema quedó tatuado en mi memoria, en mi alma. Puedo recordar el trabajo y el tiempo dedicado para aprenderlo, fueron 5 días, no había tiempo suficiente; no recuerdo el por qué lo elegí, posiblemente por largo o porque tiene las dos palabras que parecen contradictorias dentro de una misma frase, eso habrá llamado mi atención, estoy segura; el libro de donde obtuve el poema fue un préstamo de mi padre; tiempos en que no había internet, todo el conocimiento se obtenía de libros. Viene a mi mente mi padre y su mundo de libros, letras, cultura…; él fue una influencia para poder lograr esa tarea; aunque muchas otras también, pasadas y presentes; en presencia y en su ausencia. Una obviedad, también él fue quien me transmitió el amor a los libros y el respeto por las palabras.

La poesía no solo es desgarradora para el poeta y su melancolía, es aleccionadora, si bien no como una fábula, pero el mensaje es claro para quien lo lee, para quien en verdad lo quiere entender; las letras aparentemente estáticas suelen cambiar en el tiempo, unas veces te acarician y otras tienden a escucharse con tonos de alerta, decepción o incluso regaño. Las palabras siguen siendo las mismas con significados que se actualizan en el tiempo y circunstancias.

La historia del poema tenía una hipótesis corta, aunque el poema fuera extenso; trataba de una persona cualquiera que iba a ver a un médico porque se encontraba triste, hoy entiendo que estaba enfermo y deprimido; pero ahí lo matizan con una mera melancolía; el médico en lugar de darle medicina considera recomendarle “alternativas”, paliativos; en un afán de encontrar la panacea y salvar su alma; a nuestro salvador el de bata blanca, se le ocurre que la única forma en que puede salir de ese letargo en que se encuentra, es salir a divertirse. Es más, no se queda en ese consejo, como buen médico va más allá, le comenta que es posible que yendo a ver al nuevo cómico que ha causado estupor en Inglaterra, podría ser más fácil liberar la risa, consciente siempre de una pronta recuperación. Agregaba con ahínco respecto a ese cómico, que en verdad que era gracioso; podía hacer de una noche oscura un verdadero festín de carcajadas.

Nuestro médico le brinda alternativas, muchas; el paciente atento escucha y replica a cada una de ellas, lo ha intentado todo, refiere el paciente; lo señala con un dolor desgarrador, se advierte en la escritura; expresa también el resultado obtenido en cada intento por salir de su vacío; al escuchar la última propuesta respecto a salir a divertirse; calla, se detiene, hay un vacío de escritura, silencio; nuestro protagonista confiesa ser Garrik, el cómico “feliz” que a toda Inglaterra hace reír. 

“Todo aquél que lo ve muere de risa: tiene una gracia artística asombrosa. 

¡Ah!, sí, os lo juro, él sí y nadie más que él; más… ¿qué os inquieta?

Y a mí me hará reír?

Así dijo el enfermo no me curo;

¡Yo soy Garrik!… Cambiadme la receta.”

Jolines, estás leyendo y al llegar a ese párrafo te detienes; sí a esa edad uno piensa que el supuesto éxito que todos pueden llegar a ver de uno, es el resultado de la fórmula inequívoca de la felicidad, pero te das cuenta que la felicidad no es el resultado de; es el camino a; es decir, cuando este poema era parte de mi tarea, mi esperado salto a la fama en oratoria, pensaba que nadie puede tomar la solución de lo que es el problema, ¿cómo salir de ese laberinto de tristeza? Un verdadero círculo vicioso.

Hoy comprendo más el poema, de seguro en un futuro veré y analizaré otras cosas, la mirada y entendimiento en los poemas se afina según vayas creciendo, madurando… ayuda mucho la experiencia, la vida; el poema hoy me devela verdades: las sonrisas no son garantía, pero ayudan incluso a forzarte a salir adelante; la tristeza no es insuperable, pero cuesta desprenderte de ella; que el alma esconde tristezas que son cubiertas con sonrisas y buena actitud, pero no deja de haber llanto que nos desangra por dentro; que las más de las veces las personas no están al mismo nivel de sentimientos, el aire para algunos duele y se cuela por la piel, arde la tristeza, para otros reina la felicidad; que la sintonía de nuestra convivencia no siempre puede ser la misma porque somos diferentes; que todos somos momentos y circunstancias distintas; que unos suelen llorar por dentro y que no dejan ver el dolor, incluso porque ignoran que están tristes. Esa incorrecta sintonía-calibración que existe entre unos y otros, a veces (todas las veces) no nos hace posible la tan ansiada empatía; el ver por el otro.

Nadie está en las mismas circunstancias del otro; a lo mejor, unos “pueden” compartir su dolor, ellos nos ayudan, nos brindan las claves para contar con la asertividad y simpatía suficiente; a lo peor “no pueden” compartirlo, solo guardan el dolor para sí mismos; si bien no tienen por qué confesar su tristeza, ni nosotros saberlo, sí que deberíamos estar obligados a observar lo único que no se puede disfrazar, los ojos; sí a través de los ojos podemos, si queremos, advertir la única y verdadera sonrisa que esbozamos, ajena a histrionismo y mecanismos de defensa; solo entonces podremos generar la afinidad hacia y para quien le es más fácil vivir con careta de “reír con llanto o llorar a carcajadas”. ¡Ven… quiero ver tus ojos!

 

Reír llorando

Juan de Dios Peza

“…

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora”

¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,

Porque en los seres que el dolor devora,

el alma gime cuando el rostro ríe!

El carnaval del mundo engaña tanto,

Que las vidas son breves mascaradas;

Aquí aprendemos a reír con llanto

Y también a llorar con carcajadas.”

El ruido transmutador

Me gusta el silencio, pero amo el ruido, otra aparente contradicción de vida; el ruido no me refiero a cualquier ruido sino al que de una manera armónica rompe el silencio, la música es mi ruido asiduo. No soy una conocedora, no sé ni quien canta ni cómo se llaman las canciones; no me lo tomen a mal, no me importa, no soy una experta, ya no lo seré, no tengo interés en serlo; tengo canciones que no puedo dejar de escuchar. Son notas que apaciguan el caos, mi caos, mi mente, mis pensamientos, mis llagas. Escucho las canciones y todo cobra un brillo distinto, incluso adquiere un esplendor que no se tiene, me trasmuto… me transformo en luz, sonrío, incluso hasta canto, torpemente, pero cantar también despierta en mí esa emoción de reconciliar mi entorno.

Hoy de forma sigilosa confieso otros sonidos aturdidores que me cautivan, míos, solo míos; la voz de mi madre; muchas veces ella y yo no nos permitimos tener una plática; sí de esas que consisten en acciones sucesivas: hablar, escuchar, hablar…escuchar; ambas hablamos… hablamos mucho… al mismo tiempo, es un vals descoordinado, nuestros pasos son de pies izquierdos; nuestra charla se torna poco ordenada y nada convencional; a veces acumulamos diversas pláticas simultáneas y completamente diferentes, no aprendemos a esperar a que llegue el mensaje de la otra, encimamos ideas y según nosotras transformamos el mundo, el nuestro; aun así, llámale loco pero así es; a pesar de ello nos comprendemos; su voz también genera ese efecto musical que me regresa al orden, aunque lo que ella diga no sea lo que yo necesito escuchar, lo que quiera escuchar; la voz, su voz sin contenido per se, aun y cuando la mar de veces suele ser perturbadora o con tonos poco delicados; ese sonido marca un antes y un después. Las líneas divisorias de varios momentos en el día. Lo eclipsa todo. Lo mismo su risa. ¡Su risa lo congela todo! No importa el contexto en que aparezca esa resonancia, voz o risa; todo lo arregla o lo desarregla; uno tiene la certeza que ese rompe silencios llega para cobijarte, ¿qué otra cosa podría hacer sino? 

También otros ruidos, los que se hacen en las comidas en esa casa, mi casa de la infancia; en donde gente cercana y muy querida hermanos, sobrinos, amigos, cuentan secretos, dice chistes, hablan, reclaman, cantan (en plural o singular, no importa). Ese ruido de aparente fiesta que nos brinda la oportunidad de pasar lista a los nuestros; la temática no importa, en mi mente a veces solo se escuchan voces distorsionadas; a veces solo escucho un sonido, desordenado, loco, en masa; pero alegre; un ruido que te hace sentir tranquila, en tu sitio, la respiración pausada regresa, ya estás en casa, te siente en casa; mi mejor música, mi rompe todo; no solo rompe el silencio; quiebra al más serio, te aleja de problemas, te guarda en una caja de cristal, fija posición; ¡sí!, ese cuchicheo grita aquí estoy en todas sus conjugaciones y tiempos, dice no te suelto, no me suelto, no me sueltes, nadie se suelte. ¿Creen que importa la charla?, muchas veces no, aunque no deja de ser divertida y apasionada con ese humor negro y ácido que nos caracteriza y nos embriaga; este ruido no solo es tal, es presencia, son abrazos, besos, miradas, olores, todo en forma de murmullos, sonidos, susurros, silbidos, ¿cómo el ruido puede alterar tanto mis sentidos? Solo de saber que llegará el fin de semana, comienzo a pasar salivar cual Pávlov y a tararear la melodía que significa estar envuelta en mi mejor ruido, mi mejor música, mi mejor canción, la única canción que suele importarme; respiro, suspiro… ¡sí!; por fin, llegué. Estoy en Casa. 

 

The transmuting noise

I like silence, but I love noise, another apparent contradiction of life; noise I do not mean any noise but the one that breaks the silence in a harmonic way, music is my regular noise. I’m not a connoisseur, I don’t know who sings or what the songs are called; don’t take me the wrong way, I don’t care, I’m not an expert, I won’t be anymore, I have no interest in being one; I have songs that I can’t stop listening to. They are notes that calm chaos, my chaos, my mind, my thoughts, and my sores. I listen to the songs and everything takes on a different shine, it even acquires a splendor that it does not have, I transmute… I transform into light, I smile, I even sing, awkwardly, but singing also awakens in me that emotion of reconciling my surroundings. Today I stealthily confess other stunning sounds that captivate me, mine, only mine; my mother’s voice; many times she and I do not allow ourselves to have a talk; yes, of those that consist of successive actions: speak, listen, speak…listen; we both talk… we talk a lot… at the same time, it’s an uncoordinated waltz, our steps are left-footed; our talk becomes unorganized and unconventional; sometimes we accumulate various simultaneous and completely different talks, we do not learn to wait for the other’s message to arrive, we overlap ideas and as we transform the world, ours; even so, call him crazy but that’s the way it is; despite this we understand each other; her voice also generates that musical effect that returns me to order, although what she says is not what I need to hear, what she wants to hear; her voice, her voice without content per se, even though most of the time it is disturbing or with indelicate tones; that sound marks a before and after. The dividing lines of various moments in the day. It overshadows everything. Same with her laugh. His laughter of hers freezes everything! It does not matter the context in which that resonance, voice or laughter appears; everything fixes or messes up; one is certain that this silence breaker comes to shelter you, what else could he do but? Also other noises, those that are made at meals in that house, my childhood home; where close and dear people, brothers, nephews, friends, tell secrets, tell jokes, talk, complain, sing (plural or singular, it doesn’t matter). That apparent party noise that gives us the opportunity to call our own; the theme doesn’t matter, in my mind sometimes only distorted voices are heard; sometimes I just hear a sound, messy, crazy, en masse; but cheerful; a noise that makes you feel calm, in your place, slow breathing returns, you are already home, you feel at home; my best music, my breaks everything; not only break the silence; it breaks the most serious, keeps you out of trouble, keeps you in a glass box, fixes your position; Yes! That whisper shouts here I am in all his conjugations and tenses, he says I won’tlet you go, I won’t let go, don’t let go, nobody let go. Do you think the talk matters? Many times it doesn’t, although it is still fun and passionate with that black and acid humor that characterizes us and intoxicates us; this noise is not only such, it is presence, it is hugs, kisses, looks, smells, all in the form of murmurs, sounds, whispers, whistles, how can noise alter my senses so much? Just knowing that the weekend will come, I begin to salivate like Pavlov and hum the melody that means being wrapped in my best noise, my best music, my best song, the only song that usually matters to me; I breathe, I sigh… yes! Finally I’m here. I’m home.

Coquetear con la Nada

Hace unos escasos días no había logrado esbozar algunas líneas, menos aún había tenido el valor de hacerlo en público; hoy la apuesta es que mi escritura genere un hábito, escribir por escribir, solo cumplir esa misión, dicen que después de veintiún días puedo transformar esta conducta en un hábito, ese es mi único objetivo. ¿Les pasará a todos los escritores el miedo al silencio seguido de avalanchas de ideas? Preparo una lista de ocurrencias, de temas de los que me gustaría hablar, cada día se multiplican. He aquí mi decreto. Pretendo que el proyecto “escritura/escritora” eche frutos.

Hoy se cumple una semana de comenzar a jugar a ser aprendiz de escritora. No sé si a todos les pase, pero es liberador escribir; para algunas personas lo es el salón de belleza, para otras tomar una bebida de dioses, fumar; para mí es platicar y escribir. Si bien, no siempre parece que se tienen muchas cosas que decir, hay algo que de pronto motiva a tus dedos entumecidos por el silencio y entonces se hace la magia, se comienza a crear, a llenarte de palabras con aparente sentido bañadas de mucha emoción; sí, escribo y siempre sonrío, entiendo que eso es la prueba fidedigna del disfrute que pongo en ello, es poco el tiempo que se tiene, el tiempo es el único límite. Hoy es acotado, pero muy gratificante. Si pudiera pensar en algo que disfruto mucho diría que la escritura es un postre que no quieres compartir. Cierro los ojos y viene a mi mente un pastel de zanahoria. Eso es, la escritura cual Macario* y su guajolote sabe apastel de zanahoria, que quisieras solo para ti. La lectura es un ejemplo de un verbo que se puede compartir; la escritura no, la escritura es un manjar que solo disfruta quien lo prepara. Quien te lee comparte contigo las palabras, tus palabras, pero la emoción de la preparación del plato gourmet solo es de uno. El escritor, se asimila a un chef(cito), cual Remy en Ratatouille.

Pues resulta que en esta semana alguien muy querido me preguntó respecto a la temática de mi Blog; me imagino que antes de leer quiso cerciorarse que fuera un tema de derecho; no supe qué decir, tanto él como yo nos enfrentamos a un silencio, silencio incómodo; con la respuesta que siempre que no sabemos, se suele decir, comenté muy segura que se trata de “nada”, “nada en particular”, de “todo”; ya saben esos absolutos que son y no son a la vez. Vino a mi mente una serie de 1989 “Seinfeld”, catalogada como comedia de situación. ¿Comedia de situación?, ¿Qué es eso? Si le preguntas a alguien de que trata esa serie podríamos decir que trata de nada, de la vida (aburrida) de un comediante de stand up (Jerry Seinfeld), su vecino (Cosmo Kramer), su exnovia (Elaine Benes), su amigo (George Costanza) y sus padres; respecto a sus aventuras, sus muchas desventuras y su mala suerte… No sé si eso sea suficiente para atrapar la atención de alguien. Invertir tiempo, que es poco, para saber de la vida “vacía” de un desconocido, ¿podría ser interesante?, para mí sin duda sí, creo que mi gusto culposo lo comparten millones de personas que la mantuvieron como su serie favorita durante 9 temporadas y 180 episodios. Yo veo esa serie y puedo expresar, en aras de ser participativa y observadora, que me cautiva la simpleza del todo.

¡Sí! el flirteo del todo y la nada… ¿Cómo es posible que de un problema tan aparentemente insignificante se puede desarrollar una historia, un capítulo? Y en su(nuestra) defensa diría, posiblemente Seinfeld es la serie que nos invita a vernos reflejados y reírnos de lo complejo y complicado que podemos hacer de un tema cualquiera y simple; transformarlo en una comedia o en un verdadero drama; lo que a los ojos de cualquiera no debería ser, se torna diferente al verlo reflejado con palomitas en mano; te percatas que lo ahí narrado con gracia o desgracia, lo vivido por ese comediante sin suerte a lo peor puede ser la historia de cualquiera de los que nos reímos al verla; los sentidos entienden que ese guion puede en cualquier momento pertenecerte y entre que tu mente lo acepta o no; o lo reconoce en anécdotas similares, resulta divertido por irónico y real; por el todo y la nada, por los polos opuestos.

Es una serie que incita justo por eso, porque habla de nada. Porque la nada que nos rodea es nuestro todo y en nosotros está que se vuelva magia, nuestro mejor truco de ilusionismo. ¿Para quién? para nosotros mismos. Lo que hace una serie o una escritura solo es la valentía de que nuestro chiste pueda ser compartido con los demás. Posiblemente en algo escrito pueda uno verse y en mi caso, en mis errores (que son los más) y aciertos (que son los menos); pero admirar al otro en un contexto histriónico te divierte y te relaja. Cualquier género entretiene, solo se sienten emociones distintas, pero ahí está el tema, se siente, se tiene la capacidad de sentir. ¿De qué trata mi Blog? Trata de que yo me relaje, me divierta, me transforme, escriba, me atreva, recuerde, supere… De dejar plasmadas las estampas que guardo en mi cabeza transformadas por los sentimientos que se generaron cuando quedaron congeladas. Trata del mundo que nos rodea, trata de mi mundo, trata de lo que abstraen mis sentidos; tema que, a lo mejor para mí lo es “el Todo”, pero para otros, muy respetable, a lo peor puede ser “la temida Nada”.

*Macario (Película mexicana de 1960)

Juguemos al “Escondite” con la Parca

Hace mucho… mucho leí un libro*, de esos que parece te son entregados porque fueron escritos para el momento que uno está pasando. De esos que parece que alguien te dice al oído, ten pequeña inmadura lo necesitas… léelo ahí está la solución.

Lectura que pudiera darte las respuestas que ni siquiera sabes que estás buscando. Pues bien llegó, no sé cómo lo recibí, tampoco recuerdo más pero comencé una nueva aventura. Comencé a leer…

La primera hoja me atrapó, seguí en el naufragio de la historia, esbozaba sonrisas esperanzadoras, sí! necesitaba mudarme a ese pueblo, hacer maletas y agarrar a toda mi familia subirlas a un coche y viajar para allá. Pueden creerlo!!! un lugar en donde la muerte había decidido no cruzar frontera. La Parca no nos visitaría jamás. Doña Osamenta ya no nos agarraría desprevenidos.

Adios Calaca, Calavera, Patas de catre, Tiznada, Catrina, la Fría; ya nunca volverías a molestarme. Nunca volverías a verme con esos ojotes fríos cegadores y retadores.

Sí! Imaginen saber que podemos tener la oportunidad de no (volver a) vivir la ausencia de un ser amado. Ese sería la apuesta mayor de deseos que pediría si llegaran a concederme uno, pensaba. Así fue que el libro me cautivó. La gran apuesta de vivir para siempre. Quién no querría eso?

No omito decir que en el momento de mi vida que me encontraba, un libro de María Guadaña y su desdén hacia los míos (que son muchos) era sin duda, la panacea a cualquier tipo de tristeza. Podrías con mucha imaginación como consuelo, irte a vivir en ese pueblo y tener la certeza de haber conseguido la felicidad eterna… vivir para siempre! Ya! tenía lo que necesitaba, una esperanza, el libro se convertía en ese momento en la mejor noticia que hubiera llegado a mi mente aturdida, enloquecida por la alegría. Había alcanzado el Nirvana.

De pronto, emocionada y una vez ya convencida de que esa era la solución; sí! la Pálida no volvería a cruzarse por mi camino; la historia introdujo un factor que no había tomado en cuenta, una nueva invitada que también es muy molesta, la enfermedad. Qué pasa con una vida eterna y una enfermedad crónica degenerativa, o terminal con mucho dolor para “siempre”?… Dios, pensé, esto es una broma, eso significa vida sin vida por una eternidad!

Seguía comiendo a grandes cucharadas la novela que era de amor se tornó en un thriller, suspenso, terror, Gore… Cómo salimos de ese jodido pueblo que no nos deja morir en paz?… ya dejen morir “en paz”, simplemente no nos deja morir! De ahí varias tácticas, corromper para morir? Ilegalidad para trascender? Cruzar la frontera a escondidas?… Qué hacemos?

Pregunta seria, hasta dónde la vida es verdadera vida cuando la enfermedad se sienta a nuestra mesa y no quiere retirarse?

Antes de leer el libro pensaba que la muerte era mi única criptonita, pero tengo dos invitados a la fiesta del desdén, la enfermedad es otro invitado detestable. Sé que dicen que la enfermedad ayuda a estimar la valía de la salud; la muerte, la vida y tantas cosas que se dicen para motivarnos a valorar nuestros momentos felices, pero lo que sé es que la vida es hermosa pero justo en eso consiste su magia, esa que enamora, cual Remedios las bella en Cien años de Soledad. La vida nos brinda una apuesta, la apuesta del presente, de no saber cuánto tiempo nos queda.

Vivir es la apuesta de respirar en este momento, sin que algo tan simple nos lo pueda asegurar nada ni nadie. No hay certezas en el tren de la vida, bueno sí solo existe una, la muerte. Lo mismo pasa con la enfermedad, puede llegar para quedarse en todo lo que resta de tu vida, por eso considero que a diferencia de la vida que es del arrebato del momento, la enfermedad en la mayoría de los casos es del cobro de facturas que uno ignora pero que pronto llegarán, porque todo en esta vida se suele pagar.

La muerte es horrible pero debe darse, sé que no nos gusta y no hablamos de ella, más que en el día de muertos; la muerte deja un vacío en el rompecabezas de nuestra vida que nunca podrá volver a llenarse; los cuerpos se cansan y necesitan descansar y tomar a la Patas de Alambre de la mano para dejar de sufrir y comenzar la sanación eterna; ello sin tomar en cuenta el enorme dolor de los vivos que quedamos con el alma destrozada por la ausencia del ser amado en espera o no, solo con la sorpresa del día en que Doña Osamenta nos vea a los ojos y nos conduzca con ternura para el reencuentro con esos que nos precedieron, que seguimos recordando con ese vacío en el estómago y una fuga en el ojo con sabor a nostalgia en espera de volver a verlos y abrazarlos… Flaca hoy te pido que no seas mala ni traviesa, tárdate en llegar… pierde por muchos muchos años mi nombre y mi dirección. **Un dos tres por mí y por todos mis seres queridos.

*Las Intermitencias de la muerte/José Saramago.

** Juego del escondite.

Mi edad? Jajaja

Alguna vez alguien querido y sabio me comentó que cuando salimos de la escuela todos nos volvemos atemporales. Ello fue porque llegué a comentarle que era muy pequeño. En ese momento incluso el comentario no me cayó muy bien, creo que hasta me molesté, pero si abres tu mente, el tiempo te hace reflexionarlo todo, solo hay que darnos la oportunidad. No había entendido bien el tema pero comprendo que cuando estás bajo el yugo estudiantil todos los compañeros que te acompañan tienen, sino tu misma edad, si una diferencia que a lo mucho oscilan, de no mas de año y medio.

Todos tenemos la certeza que el compañero con el que estudiamos desde la (pre) primaria son de nuestra misma edad, de nuestra misma brecha generacional. Cuando salimos de la escuela (no importa el nivel de estudios, solo cuando uno deja de estudiar y uno se enfrenta a la vida) y entras a trabajar, por decir un ejemplo, te das cuenta que tus compañeros con los que pasas casi todo el día, con los que vences batallas, explotas en risas, se acompañan en triunfos y que algunos, no muchos, se transforman en tus amigos.

Una llega a dudar incluso en pensar el cómo alguien tan grande o tan chico, en comparación con uno, se ha vuelto tu confidente; una de tus personas favoritas; tu sensei-padawan; tu Pinky y Cerebro; tu binomio, tu AMIGO. No tengo la respuesta pero lo que sí sé es que no tiene que ver la edad… De pequeña hubiera pensado que era una broma pesada que grandes amigos rebasarían la línea de la “normalidad” del comparativo de la edad. Todo es tan relativo, hoy lo sé…

He escuchado y leído en libros de auto ayuda que lo importante no es la edad sino el cómo te sientes con respecto a ella y que esa y solo esa es la verdadera edad. Chorradas, diría yo, la edad es una, el cómo te cuides y seas de animoso o amargo es distinto.

El milagro de todo esto, parecería exagerado comentar, es el abanico de posibilidades para conocer a personas y por ende la oportunidad única de echar a tu saco de amistad a alguna que otra persona no importando la edad.

La edad sirve para comenzar a cuidarte, para hacerte estudios, para trazar la línea promedio de vida que la ciencia médica dice que posiblemente vivirás, para en el caso de mujeres reproducirte, pero no le encuentro ninguna otra utilidad. Ya me he acordado de otra utilidad, para el número de velitas que deberán colocar en tu pastel de cumpleaños y por que suele ser una pregunta que te hacen cuando vas al doctor; para la póliza de seguro de vida y de gastos médicos a contratar o incluso para los generales para identificar a un probable delincuente.

Hoy tengo grandes amigos en particular hablaré de dos grupos, uno oscila entre los 28 años y otros en más de los 65 años y clara estoy que un día mis amistades con edades tan disímiles, podríamos sentarnos a platicar y muy cierta estoy también que encontrarían en la plática de todos lo mismo que yo he visto; el brillo en sus ojos, lo que yo descubro cuando los veo; nadie cuestionaría que son personas inmaduras o con exceso de madurés; más bien creo que el de más corta edad diría que admira mucho la experiencia de los que son más grandes y los más grandes dirían que admiran la inteligencia de los que su edad distan entre 30 años de la suya; posiblemente todos estarían unidos por algo, por la admiración que pudieran causar un grupo del otro ¿Por qué preguntamos la edad?, aun no lo entiendo, pero de seguro debe de haber algo detrás de la edad, una secreto que no nos ha sido revelado, porque no encuentro la razón del interés de la edad, como tampoco encuentro la razón de no decirla, lo que pasa a muchas mujeres, que no las critico, las respeto, pero eso no me da las respuestas para poder comprenderlas o defenderlas.

Yo tengo la edad suficiente para trabajar, leer, hoy escribir, saber lo que quiero, a veces no tanto, para hacer tonterías, para reírme, para platicar, para discutir, para hacer ejercicio, para ver series, para cocinar, para hacer todo lo que quiera hacer, incluso para hacer nada (eso me encanta!!!). Mi edad me permite hacer lo que quiera, platicar de todo o de nada, si eso prefiero y con las personas que quiero. Solo tengo un requisito, que la gente con la que comparta una plática sepa que la edad no es importante porque ambas partes queremos escuchar al otro y las perspectivas desde las diferencias en que nuestros sentidos han experimentado la vida y ello nos hace enriquecernos como personas.

Hoy mis conocidos son muchos, ya han sido muchos años de ir acumulando gente nueva que se va sumando a mi vida; pero amigos son tan pocos, todos con pláticas cautivadoras. Cada vez que puedo compartir momentos con ellos, los disfruto y ratifico que para que los seres semejantes o los que se complementan se encuentren, no hubo cuestionario que llenar en donde fue requisito pasar por un rango de edad. Solo bastó una plática que los identificara y adoptara como parte de mi Clan.

Cuida a tu Gizmo

Hace unos años, tendrá unos 22 años, cuando comencé a trabajar, recuerdo el momento mágico cuando me llegó mi primer depósito de nómina, me pregunté si lo comenzaba a ahorrar o comenzaba a darme mis “gustitos culposos”; pues bien, la decisión arrebatada y loca que cruzó por mi cabeza fue un televisor plano para que mi madre pudiera ver sus telenovelas, no existían las plataformas de hoy, así que había que concentrarse en las novelas del momento; pues bien la compré, recuerdo también que fue mi primer compra a meses sin intereses, endeudada por 18 eternos meses (sí, sin intereses, me fijé bien); fue un gran esfuerzo que lo valió todo, claro que traía trampa, era un ganar-ganar, yo vivía con ella, así que ese televisor yo también lo iba a disfrutar. Cierro los ojos y viene a mi mente cuando nos comimos, literalmente, Los Soprano y comprábamos nuestros MarronGlacé en el entonces Price Costco, porque esos dulces extraordinarios eran los preferidos de la progenitora de Tony Soprano (a quien yo amaba). Creo que vimos las seis temporadas en un mes, sí fue un exceso, pero sí algo puedo decir es que a mi madre la he disfrutado como a nadie; era nuestro proyecto de vida, nuestra vida era simple y tonta, ya teníamos una agenda ocupada para los sábados y domingos, nadie entraba en nuestros planes, éramos ella y yo. Recuerdo que los globos oculares me dolían y a veces también la cabeza, pero no podíamos dejar de verla, una adicción que reconozco.

Pues bien la televisión ya tenía a mi madre encandilada; yo sentía que había cumplido el cometido de mi buena intención; pero de pronto, llegué a casa con un nuevo regalo, lo encontré en una tiendita, “JUGANDOando”, en el segundo piso de una plaza en el sur de la Ciudad de México en donde hay muchas oficinas gubernamentales, ahí conocí a G, el dueño, él me mostró una cajita; hoy a la distancia me imagino en la escena cuando el padre de Billy en búsqueda del regalo especial para su hijo, encuentra en Chinatown un “Mogwai” que solo debía de cumplir tres reglas: (i) no exponerlo a la luz brillante porque moriría; (ii) nunca mojarlo y (iii) nunca alimentarlo después de la media noche (Gremlins). Sí, esa cajita que compré si bien no debía de guardar esos extremos cuidados, si había en palabras del vendedor, hoy mi amigo, una advertencia: ¡cuidado genera adicción!, obvio lo ignoré, pero si mi memoria no comienza a hacer estragos, al enseñarme a jugar quedé absorta, mi mente explotó tratando sin terminar el primer juego, de ir pensando en la solución del segundo y así, esto de ser un juego de niveles y retos, sin duda se asimilaba a la droga, me cautivó, me atrapó, otra adicción.

Un día mi madre me habló (siempre nos hablamos, solo que soy de naturaleza histriónica) y me dijo que esa cajita gris, era de todos los regalos, el mejor regalo que le había dado, la escuchaba, su voz estaba realmente emocionada; seguía diciendo con un tono alegre que se había levantado en la madrugada a resolver unos niveles y que era por demás adictivo; me reí tanto de mí, yo apenas iba  a pagar el cuarto mes de la televisión y tan solo un regalo de aproximadamente unos $200 pesos había logrado eclipsar mi iniciación al crédito bancario. Obvio me dediqué a comprar todas las versiones del juego para incrementar y mantener esa felicidad. Lonpos, así se llama este regalo curioso.

Desde hace años, muchos años, la entrega de este presente se volvió un hábito, una declaración de amor diría yo, a las personas que quiero, conozco y que mueven algo en mi vida, corro a entregarles un “Gizmo”, mi regalo “especial”; busco en la entrega de esa cajita de sorpresas encontrar la voz de emoción que escuché cuando hablé con mi mami; busco con este juego entregar un pedacito de mí; que siempre que mis seres queridos lo jueguen en su soledad o en compañía, sepan que alguien (yo) en alguna parte del mundo piensa que son seres de luz, inteligentes y especiales; con eso les doy las gracias por existir, porque yo los escogí, porque yo los aparté, porque yo les estoy pidiendo que formen parte de mi vida. El juego se volvió una declaración de amor, un acto de libertad; a menos que el sujeto de mi regalo decida irse de mi vida, yo estaré para lo que necesiten. Si es para jugar a sonreír mucho mejor, insisto, estaré ahí. Entonces y solo entonces habrán comprendido que no era un regalo sino un intercambio. A cambio del Lonpos debía cumplir la misión asignada. Ser felices.

Mamá Cuac Cuac

Hace unos años me sorprendí dándome cuenta que tenía mucha sensibilidad, sí mi piel es muy gruesa para muchos temas, la defensa es que soy abogada y entonces el disfraz que uno suele usar es el de “alguien” que puede con y contra todo en pro del cumplimiento de la Ley y Bla Bla Bla… las mismas cosas que siempre escuchamos de mi “especie”. Eso soy en mis momentos profesionales y entiendo que doy buena batalla en ello, desempeño a cabalidad el papel de la obra de teatro que me fue asignada. Pero en momentos fuera de ese entorno mi piel deja de ser gruesa y toma su verdadera identidad, no sé si sufra una transmutación, pero sí sé que soy otra, mi piel cambia de color. Los ojos preventivos con los que veo todo en el trabajo, se tornan tranquilos… descansan y entonces dejan de ver para poder observar. 

Esto lo he platicado pocas veces, pero nunca he dejado huella de este recuerdo, tengo vívida la imagen de esa estampa. Tenía un trabajo que me robaba el sueño, la tranquilidad y lo más seguro la salud, con horarios que excedían en promedio de las 15 horas. Era un martes, estaba nublado, salía del gimnasio y atravesaba Paseo de la Reforma para llegar a mi oficina, ni el ejercicio había podido tranquilizar los problemas que me aquejaban; la cabeza dolía, dolía mucho; el cuerpo pesaba, sabía que comenzaba a transcurrir el reloj que marcaba las horas del día interminable. Del gimnasio a la oficina transcurrían 5 minutos a paso rápido, en esa ocasión llevaba 10 minutos pidiéndole a mis piernas que quisieran llegar a la oficina; de pronto un alto, mucha gente a mi alrededor que iba a lo mismo que yo, trabajar, el rostro de todos desencajado lleno de hartazgo, yo no era la excepción, no había diferencia entre ellos y yo, todos éramos grises…

A lo lejos en esa misma acera comencé a escuchar a alguien cantar, abrí los ojos y seguí la voz, sí alguien cantaba mientras todos disfrazados de serios esperábamos el verde del semáforo… a lo lejos, menos lejos, más cerca, mucho más cerca… una mujer con su hija de aproximadamente 5 años, la niña feliz y sonriente repetía lo que su madre cantaba: “La Patita”, sí la misma Patita de canasto y con rebozo de bolita, sí la que va al mercado a comprar todas las cosas del mandado… sí la que se va meneando al caminar… Porque ella sabe que al retornar toditos ellos preguntarán: ¿Qué me trajiste, Mamá Cuac Cuac? ¿Qué me trajiste para cuac-cuac?

Nunca, nunca, nunca, cierta estoy de ello, podré olvidar ni a esa madre, ni a esa hija, ni a La Patita, ni la sonrisa, ni las lágrimas que salieron sin poder controlarlas, pensaba ¿en qué momento me alejé de mi infancia en donde mis padres fueron esa madre y yo fui esa hija con tres hermanos que con nuestros acetatos nos sentábamos en la Sala de la casa y cantábamos juntos: el Caminito de la escuela, el Chorrito, la Merienda, la Marcha de las letras, el Ropero, Negrito sandía, Che araña, Juan pestañas y la Muñeca fea?

Hoy con el recuerdo vívido sé que, si soy una persona sensible, el crédito no es mío, es debido a estas canciones, a esos padres ingeniosos y amorosos que tuve a mis hermanos que adoro, a la educación inculcada, a los valores, a esa infancia de ensueño, a esas aventuras… Los recuerdos han podido hacer de La Patita un puente de esos ayeres con el presente, que me hace revivir tal cual Anton Ego en Ratatouille esa fotografía en que toda mi familia cantábamos o más bien creo que balbuceábamos y nos movíamos torpemente como en una especie de baile; creábamos magia. La familia estaba completa. Sí que vivimos verdaderas fiestas familiares ¡Carajo, no lo sabíamos! Hoy, ya lo sé. *

*Solo imagina mi sonrisa al poner el punto final.

La apuesta de canicas…

Siempre me había burlado de quien hace diarios… lo sé, caí en mi propio chiste, yo soy mi mejor broma. Todo aquello que en algún momento de nuestra infancia era objeto de burlas hoy pudiera haberse transformado en necesario, ahora lo disfrazamos de madures. Al ser adultos nos damos “permisos” para ser lo que antes debíamos ser y no queríamos. Incluso lo que nos molestaba, como en mi caso tender la cama, se ha vuelto un ritual religioso que me hace comenzar el día con una predestinación de suerte.

Vamos tejiendo hábitos que nos van transformando y haciendo lo que somos, hábitos que nos han dictado lo que incluso creemos que somos, a veces no tan buenos, pero los solemos disfrazar con un “así soy y siempre he sido así”. ¿Hasta cuándo permitiremos que nuestros hábitos o costumbres conduzcan nuestra vida? ¿Cómo distinguiremos los hábitos que nos hacen ser mejores de aquellos que solo nos entablan en una vida cómoda?

El tema surge porque suelo ser una persona de “hábitos firmes”, es la traducción escuchada por muchas personas que se han cruzado en mi vida, inflexible dicen unos, testaruda, otros; circunstancia que me ha hecho perder a gente valiosa en el camino sin saber al día de hoy si un tropiezo de firmeza hubiera mejorado la vida tanto mía como la de los que me acompañaron en su momento. ¿Hasta qué grado uno puede cambiar para mejorar sin dejar de ser uno? ¿Quién nos dice cómo podemos ser mejores?

En una respuesta fría, despiadada y pragmática diría que hoy están las personas que debe estar, los que no, entiendo que llegaron pero el tiempo fue implacable y nos fueron arrebatados, el préstamo de su compañía fue en una línea de vida corta.

Los cambios que en cada persona se hagan para mejorar, si bien se hacen por cada uno, son precedidos por una convicción que si bien se logra con la motivación de las personas que caminan de nuestra mano en esa línea de tiempo, ellas son las que nos impulsan a ser mejores; fuera de eso, no hay ciencia ni lamentaciones. Se tiene en el presente el mejor tejido de vida construido por el pasado, concatenado por el futuro que se quiere construir, con el único fin de darnos a nosotros mismos y a los que apostaron todas sus canicas porque creyeron firmemente que caminar a nuestro lado lo valía todo.

Atrapada en elevador

Tercer día y hoy el cerebro está agotado, se me han acabado las ideas, ya no buenas ni malas, todas se fueron. Para intentar concentrarme pienso en qué haría si de repente me quedara atrapada en un elevador con alguien y viéndonos a los ojos tuviéramos claro que somos ajenos a la desesperación y la claustrofobia; sabiendo que nos van a rescatar en algunas horas y que no se nos acabará el aire, me imagino que estaríamos “forzados” a hablar de “algo”, de seguro tendríamos algo en común que nos guste o algo en común en dónde las pasiones por el tema se vayan a polos opuestos y pueda generar que fluya una conversación, al menos con esa bandera de una incómoda situación, una plática podría apaciguar nuestros nervios. Es fácil, con el entrecomillado puntualizado, que fluya una plática incluso con un desconocido, porque a veces se trata de acallar ese silencio que nos aqueja.

¿De qué platicaría con un desconocido? ¡De pronto tengo una idea!, mi acompañante atrapado aun no dice nada ¿será que el silencio podrá triunfar? Pienso de pronto en películas, sí ese tema puede ser sencillo, y viene a mi mente de una forma arrebatada y loca The Lobster (Yorgos Lanthimos) y entonces en este ejercicio de escritura, las palabras comienzan a prepararse para salir. Los dedos se preparan para poder dar una postura de crítica de cine que no soy y fluyo… Le digo a mi acompañante imaginario desesperado que la película es magistral, le diría que cuando salga del elevador está obligado a verla. Aunque es cine catalogado como “no para todos” solo, le diré con un tono de mucha emoción y con los ojos que brillan solo de recordarla, que es una obra en dos partes, ambas basadas en la libertad y voluntad coaccionada; la primera parte para encontrar el amor de tu vida, mientras que la segunda, para evitarlo.

¿No les pasa pensar que el “timing”, incluso para encontrar a una persona es de segundos y solo precedida de demasiados pasos y obstáculos a vencer que muchos llaman destino, otros lo expresan orgullosamente como suerte y hay quien llega a llamarlo el hilo rojo? Ahora imaginen que ese tiempo preciso no está en tus manos sino ordenado por alguien en el primer caso; o prohibido por toda la comunidad, en el segundo.

Considero que bajo esta condición de obligación/prohibición, sería muy fácil que en este mundo nos priváramos de conocer a esa persona en la que se piensa en el día y en la noche. La espontaneidad por ser impresionado por el amor nunca se silencia. Hay quien suele decir que la única constancia es el cambio y parte del cambio es sucumbir ante la infinidad de sorpresas de sabor que la caja de chocolates de Forest Gumpnos ofrece. Habrá que estar preparados para, no sé si probarlos todos, pero al menos tener los ojos bien abiertos para poder decidir por cuenta propia nuestro sabor de chocolate preferido.

Carta a F

Hace unos meses (*te) leí en voz alta uno de de mis ya libros consentidos. Lo tenía que hacer era un regalo para ti… (o para mí?). La hipótesis está alejada a complicaciones, pero difícil de imaginar e imposible de creer, nuestro protagonista ha hecho su vida en un trasatlántico, el Virginian, sin embargo conoce el mundo a través de los “otros”, cargado de sencillez y empatía, a pesar de ser ajeno al mundo que conocemos en una sociedad aparentemente convencional.

La pluma de Baricco es suprema cuando en dos escasas hojas puede transmitirte con una pericia y con inocencia lo que solo esos mágicos ojos pueden observar, hay momentos en que nos cautiva al explicar el concepto de amistad y el amor y el momento en que nos convence del por qué nunca debería(mos) bajar del barco.

Novecento te lleva de la mano a reflexionar el que hoy estás con quien debes estar, que hasta hoy has conocido a quien debes conocer, que todos somos distintos y que todos debemos seguir siendo auténticos a nuestras creencias, sueños y objetivos trazados y para ello, escogemos a las personas que queremos y necesitamos para que nos acompañen en ese viaje tan corto en el que transitamos, “la vida”, nuestra vida, que por el hecho de ser nuestra, es ya maravillosa.

Hay frases que desgarran, hay alguien que haya sido tan asertivo en su escritura?

“No estás jodido verdaderamente mientras tengas una buena historia a cuestas y alguien a quien contársela…Él era su buena historia”

“En eso era un genio. Nada que objetar. Sabía escuchar. Y sabía leer. No los libros, eso lo sabe hacer cualquier, sabía leer a la gente…”

“Iba tirando a base de fantasías y de recuerdos, y es lo único que puedes hacer, a veces, para salvarte, no hay nada más. Un truco de pobres, pero que siempre funciona.”

Gracias F por abrirle la puerta a este libro y vivir la aventura de la lectura compartida en voz alta… leer para alguien sin duda es la experiencia de poder compartir tus pasiones y poder tramposamente mientras lees, ver de reojo el rostro de esa persona (tu rostro). Sin duda una estampa que el tiempo jamás borrará. Un recuerdo que vivirá siempre en mi corazón.

Mi crush

Desde hace 20 años amo a una mujer que conocí en un libro (Demasiado Amor), hoy después de haberla conocido vuelve a mi vida con una secuela (Demasiado Odio) en dónde me pregunto si en verdad la vida puede transformarnos tanto en cuanto a nuestra esencia; de esa mujer que conocí hace ya unos ayeres no queda nada de brillo sus bellos ojos; hoy solo la acompaña la tristeza, el odio…

Tuve la oportunidad hace aproximadamente un año de escribirme con la escritora Sara Sefchovich para “reclamar” por la nueva Beatriz, por supuesto también la suerte de que se diera el tiempo y me contestara, su respuesta fue hermosa, sin embargo en su defensa ante mi reclamo dijo que ella no inventó el mundo, que ella solo retrataba y que ese es el terrible mundo en que vivimos hoy…

He pensado en esas palabras durante ya algunos meses, la pluma de la autora destruyó a mi Beatriz querida y la cambió por un ser que hoy no reconozco.

La importancia de los libros en analogía con la vida radica en que cada quien puede regresar a ser y estar con quien quiere según la historia que queremos vivir, uno escoge la realidad en la que quieres iniciar una aventura, ¿quieres a la Beatriz ocurrente simpática que enseña con maestría lo que es amar a un desconocido y representarlo con estampas de colores y sabores de México?… ¿Quieres a la Beatriz ingenua que da cuerda sin pausa a la sexualidad que no conocía y te divierten sus aventuras y ocurrencias? o ¿Quieres a la Beatriz que ya no le sorprende nada y que vive porque es lo que debe hacer, subsistir?… prefiero sin lugar a dudas guardarme en mi corazón a la Beatriz que vive y no sobrevive, a la que fluye y disfruta.

Dichosos los que aún son como mi Beatriz, los que se sorprenden por las cosas que pasan a su alrededor. A los que nada les resulta indiferente y a los que todo los lleva a lugares si bien no necesariamente placenteros, sí de aventuras locas. A los que quieren, saben o al menos luchan por Vivir. Por amar.

Sentirme viva

Te pasa que de pronto tienes mucho que decir y que cuando te pasan el micrófono te quedas callado porque todas las ideas se esconden y ya no quieren salir? Pues hoy en mi segundo día de escritora estoy viviendo esa ausencia de las supuestas grandes ideas que suelo tener… Cómo es posible que enfrentarse a una página en blanco te deje sin palabras?… En dónde se esconden las palabras cuando no quieren ser descubiertas?… La escritura, aunque es un medio para transmitir, a veces suelo compararla con “la sonrisa”, muchos piensan que el acto de sonreír es un reflejo necesariamente del sentimiento de felicidad, pero hay quien comenta que aun y cuando estés triste si te forzas a sonreír obligará a tu estado de ánimo a cambiar. Pues bien, eso es la escritura para mí, no necesariamente el medio para transmitir lo que siento, sino para incluso sentirme un ser humano, la escritura me hace recordar que siento y que siento mucho… Vaya! Que estoy realmente Viva!

Responsabilidad(?)

Pienso en la responsabilidad de escribir y que a “lo mejor” nadie te lea o te tome en serio, pero si a “lo peor” alguien, solo una persona encuentre en tu escritura la luz para conducirse… La escritura es responsabilidad que muchos no están(mos) dispuestos a concientizar; pero en la parte egoísta: Qué bien se siente poder hablar a través de los dedos!, es el auténtico lenguaje del amor… las palabras que no se las lleva el viento, las que tienen una evidencia y que trascienden, no habrá memoria que cambie la historia, siempre existirán ad infinitum… y más bien lo que deberá analizarse en un futuro es el contexto y circunstancias del por qué de esas palabras…

Las palabras…

Hace algunos años tuve la oportunidad de visitar mi lugar místico preferido, Japón… aprendí la importancia de platicar con la gente, de verla a los ojos y sentir paz a través de una conversación (sin que se hable el mismo idioma) o escuchar el monólogo de alguien. Eso busco tener, pláticas con extraños que solo buscan eso, la interacción a través de las palabras. El arte de conquistar la mente a través de las ideas. Eso ofrezco y eso pido. La búsqueda del amor a través de las palabras que contienen humor, inteligencia y acidez.

Confesión de una principiante

Tengo tiempo siendo una cobarde, sí!!!! Una cobarde escondida a través de una frase que dice lo mismo, solo cambia el tono con el que matizo mi mentira… “algún día voy a escribir una novela”… mi frase trillada… solo me digo que saldré del clóset de los escritores cobardes. Llevo con esta mentira ya algunos años y no me estoy haciendo más joven… el tiempo pasa y sigo esperando que alguien o algo escriba por mí todo lo que podría tener la capacidad de decir… y siempre me pregunto, y si no la tengo?… me animo pensando que a lo peor nadie me lea, pero hoy por fin me he metido al agua porque al menos quiero aprender a nadar…