He considerado dejar de ser lo que no soy para convertirme en eso que no he descubierto. ¿Puedo convertirme en lo que soy? parece una pregunta retórica pero llevo conmigo la certeza en la piel de que puede ocurrir. Llevo tiempo, quiero con ello cubrir los muchos años, tratando de descubrir lo que supuestamente soy sobre una base errónea de lo hecho, un patrón inventado que sirvió de bandera en mi actuar para, me digo con pretextos falsos, sobrevivir. Mi base, punto no firme, que ha dado el grito de salida, se sabe por experiencia no tendrá el final deseado. No debo más perderme en descubrimientos fallidos que me dicen lo que no soy, con disfraz de lo que muestro al mundo. Asumo este día como un nuevo inicio. Algunos lo celebran en año nuevo, otros en los cumpleaños. A mí me fue otorgado este día como una luz nueva ostentada por un cirio que durará de aquí hasta el final de mis días. No pretendo nada en esta vida más que felicidad y libertad, los conceptos que no tienen un significado humano, sino que obedecen a momentos en que los dioses nos otorgan breves momentos de luz que nos hacen como humanos palidecer por el reflejo de la gracia del regalo que ilumina nuestra tan compleja y muchas de las veces ya boicoteada humanidad.
Que venga este día y los que sigan como ese año nuevo que nunca aproveché, como ese espejo que nunca aprecié, como esas uvas que nunca entendí al comer acompañadas de esas campanadas que por 12 notas sucesivas me indicaban que a partir de hoy, todo era comenzar de cero y mejorar lo que en su momento se pensaba por demás inmejorable. El año nuevo que me permita ver la salida advertida por esa la luz que al verla me declara triunfadora por haber logrado entender que he cruzado la meta del único juego al que estamos inscritos, hablo en nombre propio señores, mi vida.