White Rabbit, Red Rabbit/ Nassim Soleimanpour
Conejo blanco Conejo rojo se develó el día de ayer después de años de esperar por ella. No debo contar de que se trata, justo es la indicación misteriosa que nos piden encarecidamente al comenzar la obra. Solo me permitiría comentar que en mis escasas horas que tengo apartadas para mi hora de sueño las ocupé pensando en cómo esas líneas me ponían en contexto de muchas dudas planteadas desde que comencé a dudar de todo. El instinto que tenemos fue la razón que trató de explicar muchas cuestiones que me han acompañado y en mis ya tantos años de vida; en esos minutos se ordenan dudas y se hacen evidentes las causas sin llegar a soluciones. Obra de teatro experimental más para el autor, el actor, así como para las ochenta y dos personas que fuimos testigos de esa representación un tanto aparentemente con una lógica de desorden. Quería gritar y participar que la actriz hiciera o no tal o cual cosa, pero al final hay decisiones que solo dependen de uno y nadie puede ni mucho menos debe incidir en ellas.
Alcé orejas de Conejo, puse atención a las indicaciones y me quedó la duda de si obedecer era lo que debía hacer cuando no estaba de acuerdo. Uno piensa que es parte de la colaboración en un plano distinto como lo es el teatro, pero y ¿si el teatro realmente es el laboratorio en el que se forma y transforma el yo y sale asomado como conejo tímido moviendo imparablemente su nariz, nuestra verdadera naturaleza?
Fui feliz en el teatro, plena es la palabra, en dónde, a veces suelo pensar que siempre debió morar mi tiempo laboral y no solo en instantes breves como ayer; hoy ese tiempo es dedicado a pelear por las justicia y cumplimiento de las normas, nada fácil mi objetivo de lucha. Imaginar que era mi voz y mi cuerpo el que interpretaba esa obra es una delicia que la ilusión puede sin regatear regalarme. Soy sin duda esa abogada entre seria y muy histriónica que busca que la norma cumpla el mejor guion de teatro de vida que nos invite y exija a cumplirla.
Ikigai 生きがい 