No veo, no escucho, no hablo…

Fácil no soy, pero esto no es una confesión de habilidades sociales. Digamos que es un momento de escritura, (mucha) diversión, reflexión y un poco de catarsis. De pronto, una llamada… “necesito verte”, se oye del otro lado del teléfono que sostengo. “Es urgente”, insisten. “No puedo”, contesto. “Te espero, tengo que platicar contigo”. Reacciono lento, de seguro le pasa algo, se escuchaba preocupada. Dejo todo y acudo al llamado. Escucho… sonrío. No digo nada…

¿Por qué a alguien, no importa si te estima o no (eso no está en discusión, ni cambia el contexto de la pregunta), le interesaría compartirte lo que la gente comenta de uno (por su puesto no buenos comentarios)? La cabeza no me da para tener opciones viables, posiblemente todas me lleven a lo mismo. No tengo idea, sería la respuesta inmediata. Pienso que, en mi particular punto de vista, jamás perdería mi poco tiempo libre en ocuparlo en ello. ¿Será que las personas quieren cuidarnos? ¿Será que quieren preocuparnos? ¿Será que quieren alertarnos? ¿Será que quieren que desistamos? ¿Será que quieren que cambiemos? Y sigo con mi reflexión. No hay respuesta correcta. No hay respuesta. No sé. ¿Qué quieren? ¿Qué necesitan que hagamos? ¿Qué desearán con transmitir esa información? Ahora que ya cuento con ese “chisme” tan valioso … ¿qué se debe hacer? ¿En qué debería cambiar mi vida? ¿Debería estar más atenta de la gente a mi alrededor? ¿abrir los ojos? ¿Vivir con miedo?

Sigo pensando en ello y me digo, suelo cuidar mucho mi alimentación, “me río mucho”, hago ejercicio, “me río mucho”, escucho música y canto (muy mal), “me río mucho”, leo libros, “me río mucho”, trabajo, “me río mucho”, platico con gente querida, “me río mucho”, escribo, “me río mucho”. Cuido mis sentidos. Cuido lo que ingiero y bebo, me gusta tocar las manos de mi madre y de mis seres queridos, abrazar mucho, oler la comida y los perfumes suaves con olor floral-frutal. Oler y saborear un café humeante. Suelo, también, cuidar lo que escucho. No soy parte de cónclaves de rumores y quejas de personas ajenas a las que nos encontramos reunidas. Hablo de frente. Si ves que no hablo es que no tengo nada que decir. Posiblemente no tengo interés en compartir mi opinión, no suelo perder el tiempo. Cuando hablo es porque el ambiente que impulsa a una charla se da. No forzo nada y menos las relaciones, busco en ellas un futuro energético, sino lo hallo, simplemente de ahí no soy. No me acerco. Y si ya estoy cerca, sin duda me alejo. Así de simple soy.

En un ejercicio de imaginación, pensemos que fue ayer fue el Super Bowl,* no me fue posible verlo. Todo el mundo está en ello (pláticas, noticias, en el trabajo). Todos habla del juego, del marcador, del medio tiempo. Yo he logrado no hablar con nadie, no prender la televisión. No escuchar la radio. Pretendo llegar a casa el día siguiente, 24 horas después del magno juego, poder ver el partido y simular como si fuera el partido en vivo. Pero (ahí viene el famoso e imprudente “pero…”), a punto de llegar a mi casa, en la noche del lunes, con botana, cervezas y alitas BBQ en mi coche, ya con portón abierto para poder entrar y tirarme a prender la grabación, un vecino se acerca presuroso a saludarme, trato de evitarlo a toda costa, pero trae en sus manos una charola, al parecer es un panqué de zanahoria que de seguro me habrá preparado su esposa (mmm… ¡sabe que me encantan!), ya no puedo fingir que no lo he visto. He logrado evitar a todas las personas, pero no creo que él me diga nada, pienso. Se acerca, me sonríe, le sonrío. Me hace plática (es muy amena su charla) y sí, me da un panqué que se ve delicioso (su esposa está practicando repostería y yo me he prestado como conejillo de indias); le agradezco, mando saludos a su esposa, se da media vuelta, pero antes de seguir alejándose, se voltea y me comenta muy enojado el marcador del partido (él le iba al equipo perdedor). Ufff… Para él, hay enfado en su plática; para mí, una rotunda decepción. Desconozco, si por saber el resultado o por mera frustración por no haber logrado mi objetivo, a unos escasos pasos de llegar a la meta.

Pues así hoy, hubo una descarada decepción, he burlado la contaminación auditiva de chismes por mucho tiempo. Rumores de todo y todos, sobre todo de los que puedan girar alrededor mío. Quien me conoce sabe que nunca me entero de nada, porque no me interesa. No me gusta. Amo vivir en esa ignorancia. Le huyo al chisme intrusivo y al rumor que tanto daña. Hoy en mi llamada, me encontré a ese vecino (pongámosle el nombre que sea) acercarse para que con un señuelo llamado café, me contara todo lo que supuestamente o no: hago, soy, digo, no hago, no soy, no digo; ¿la fuente? supuestas personas que apenas si pude reconocer por sus nombres, que no (re)conozco del todo; con las que nunca he platicado siquiera. Tomé mi café y mientras degustaba esa bebida humeante que tanto deleito, pensé que mis oídos estaban en “mood” basurero y que una vez terminada la plática, necesitaba urgentemente desecharla. Una vez que pude salir de ahí, comenzó la sanación, me puse mis audífonos con cancelación de ruido ambiente y comencé a respirar lento… muy lento.

No quiero permitir en mi vida la presencia de ese vecino alertador, cualquiera que éste sea, que pretenda “spoilearme” la emoción del suspenso, en el que pienso quedarme siempre, del cómo y cuánto soy juzgada por las personas que puedo conocer o incluso que ni me conocen ni conozco. Me quedo, sin duda, con la estampa de recordar cómo me mira la gente que me quiere mirar (bonito). Lo demás, nunca ha sido importarme… Lo tengo claro y lo confirmo… Proclamo por mi espacio libre de chismes… Sin duda, confirmo que comulgo con la sabiduría budista… Pregono hoy y siempre el “No veo, no escucho y no hablo…”. Ese dogma, haría sin duda, un gran cambio en el mundo…

Nota. Por lo pronto, y como todo tiene solución, pasaré el trago amargo en compañía de un panqué de zanahoria.

* En homenaje a “How I Met Your Mother” (lunes! Noche de fútbol).

Deja un comentario