Jugar a imaginar…

Me gusta imaginarme como algo inanimado, juego a pensar en qué sería si fuera libro, si fuera un platillo, si fuera un lugar, si fuera zapatos, si fuera color, si fuera ciudad, si fuera clima, si fuera aroma. Tengo puesta mi aparente personalidad en cada una de ellas; con el tiempo, mi juego cambia; mis “qué sería si fuera…” se confirman las menos, cambian o se acumulan varias posibilidades, otras veces, mi cambio a “ser algo”, se debe a una posibilidad que a mis ojos parece ser mejor que la otra; este juego lo he tenido desde hace mucho tiempo, comenzó en la primaria, desde esa corta edad, recuerdo, me preguntaba en qué podría convertirme, cerraba los ojos y lo deseaba con esa inocencia que todo lo puede, quería ser algo y no alguien.

Desde pequeña he jugado en ser un libro, comencé por la “Rebelión en la Granja” de George Orwell; siguió esta pasión por la lectura y por el juego, con “Pétalos al viento” de V.C. Andrews; seguí con “La Columna de Hierro” de Tylor Caldwell; con “La historia interminable” de Michael Ende; también llegó “Kane y Abel” de Jeffrey Archer; me impactó “La Insoportable levedad del Ser” de Milan Kundera; “La tabla de Flandes” de Pérez Reverte, robó el lugar; pero llegó a mi vida “Crimen y Castigo” de Dostoievski; después un poco meloso “Sputnik, mi amor” de Haruki Murakami; Impactante fue “El perfume” de Patrick Süskind; “Diablo Guardián” de Xavier Velasco, lo fui por mucho tiempo; pero llegó “La Elegancia del erizo” de Muriel Barbery, que todo lo desbancó; conforme avanzaba en la lectura, preferí ser una “Ladrona de Libros” de Markus Zusak; después, “El hombre que amaba a los perros”, de Leonardo Padura; un “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar; un “Demasiado Amor” de Sara Sefchovich y así, mis camaleónicas transformaciones, hasta convertirme en “Salvar el fuego” de Guillermo Arriaga, mi nueva novela favorita. Hoy si me preguntan, soy sin duda ese libro; mañana seguro seré otro. Aunque hasta hoy dudo que otro me atrape igual.

En los platillos tengo muchas aspiraciones, todos cocinados por las manos más hermosas, las de mi madre, pero si suelo estar fuera de su alcance, posiblemente sería la comida más sencilla, de ser posible separada, para probar en su pureza cada alimento, un sashimi mixto acompañado de un gohan podría ser un manjar, pero en eso pienso en un mole con arroz, unas tortas de plátano, un mole de olla y se vuelve todo tan confuso; si fuera un lugar, he cambiado tanto de deseos, sin duda voy y vengo, aunque siempre regreso a mi hogar, a mi hogar de niña, a mi hogar, que tiene nombre: los brazos de mi madre, ese lugar ha sido constante, regreso siempre a él.

Si fuera zapatos, sin duda sería unos rojos de piso, tal como los de Dorothy en el Mago de Oz o unas zapatillas con tacón coqueto, de preferencia con un moño, que haga contraste al color del zapato; un moño que demuestre un poco de la niña que aún queda en mí. Si fuera color, sin duda sería un rosa mexicano, un azul turquesa también, pero a veces pienso en el negro, el del respeto a protocolo, el del recogimiento, el de la seriedad, también puedo serlo y más de las veces lo soy. Si fuera ciudad de seguro sería una ciudad pequeña con hermosas casas, vista de fotografía, sin duda Praga sería una opción, también Valle de Bravo, Toledo, el Centro Histórico de mi Ciudad de México, No podría faltar Oaxaca.

Si fuera clima, de seguro sería frío, sin lluvia. Ese clima que se necesita estar con una taza de café, un vino tinto o un mezcal, sin duda, abrazada a tu piel en una ventisca y con ese pretexto quedarme ahí todo el tiempo. Mi aroma, de seguro sería el olor de las gorditas de la villa, de los frijoles con hoja de aguacate, de bolillo recién sacado del horno, de un libro nuevo, el olor de los huevos recién hechos, de chilaquiles con salsa verde y cebolla; hay tantos aromas en mi vida, que la decisión es impensable.

Nunca me aburrí, porque siempre jugué a ser algo. Tuve los ojos y la mente ocupada, observando, analizando y decidiendo todo lo que mis sentidos captaban para poder, según yo, soñar a ser. Cuando ya desde siempre fui. No lo sabía. Hoy, lo sé. Hoy soy todo eso que siempre jugué a ser.

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