Probando… uno.. dos… tres… ¿me escuchas?

Apenas en una comida con gente de mi trabajo, nos presentábamos con “x” recién ingresado al equipo, alguien querido “y” que me merece absoluto respeto, comentó mi profesión y el área al cual pertenecía, pero adicionó a su presentación, antes que cualquier profesión, ella es maratonista y escritora. Se hizo el silencio. Les confieso que suelo advertir cuando alguien se ríe de uno, yo soy la primera que suelo reírme de mí. Y suelo con “y” reírnos mucho de nosotras. Reírnos de la una a la otra. Olfateo a kilómetros el sarcasmo, la ironía, el humor negro. Amo el sarcasmo, amo la ironía, amo el humor negro. Me confieso una perseguidora de esas pláticas. Las palabras de “y” no fueron seguidas de una risa, busqué una sonrisa torcida que me hiciera devolvérsela. No la encontraba. No hubo nada que diera un atisbo de burla inocente que invitara a los demás comensales a la broma. Lo dijo en serio, pensé. No tuve palabras para seguir en primera voz con mi presentación. Solo le sonreía a mi presentadora de una forma un tanto curiosa, no sabía si las comisuras de los labios fueron de sonrisa o de sentimiento. 

Hoy cumplo dos meses de escribir, ininterrumpidamente, de hacer de mi escritura un hábito. He cambiado la visión que algunas personas puedan tener de mí, se siente. Se siente mucho. Se aprecia. Da sentimiento. Las personas advierten lo que ven. Ni yo lo veo. Me he volcado a ser una persona más humana. Qué contradicción. La abogacía nos aleja de ser vistos como “sensibles”. Uno tarda en ver. Uno tarda en verse. No nos gusta reconocer triunfos. Mi triunfo, si pude tener uno, fue cambiar el verbo de “quiero ser” por la simpleza de “hacerlo”. Me costó muchos años. La intención versus la acción. La potencia y el acto. El desear hacerlo y poner pretextos al momento cumbre de escribir. Escribir, un pasatiempo que me debía. Que le debía a mi madre, aunque no sé si me lea. Que le debía a mi padre que no sé si me vea. Que me debía a mí. Este ingrediente me faltaba para ser.  Para ser yo. Para ser lo que no sabía que me gustaba hacer. El escribir per se ya es un trabajo no menor, hoy ataviada de valentía, me sumo a la honestidad de publicarlo. Indefensa a la crítica. No pretendo que me lean. Escribo por escribir. Mi objetivo es trazar una línea de tiempo con mi yo anterior y mi yo que se está transformando.

Me falta vocabulario, salir de las zonas comunes, desarrollar temas, mucha imaginación, a (¿)veces(?) cordura, orden en las ideas, estudiar, cultura, tiempo, sueño, viajar; por otro lado, me sobra pasión. Mucha pasión. Mis dedos se siguen, aunque lo que escribo no todo sea publicable, la escritura no ha fallado un solo día. Hay días buenos, otros malos, muy malos para hilar ideas. Me sorprendo en pláticas, en juntas, en lugares, observando gente mientras tomo un café, situaciones; encuentro en ellos, la frase, el momento, las personas, los temas; todo, todo quiero escribirlo, quiero dejar huella de lo que percibo. 

Me gusta sentirme leída, con esos lectores sin rostro. No intento que tengan rostro. No pretendo atesorar lectores, pero si me lees te agradezco. La fascinación de no conocer los rostros, es timorata e intrusiva, me gusta. Pienso, ¿qué pensarán de esto? Me releo, sonrío. No quiero saberlo, me digo. Esto soy después de dos meses. Esta soy, me gusto. Hace mucho no me gustaba tanto. Dedos en un teclado, manos con pluma, frases navegando, historias sin contar, palabras formadas para ver la luz, memorias que no recordaba, posiblemente porque las invento. ¿Qué de lo que escribo es real?… Ni yo lo sé. Vida paralela. Invento un mundo, el que yo quiero. Escribir representa esas pláticas que no tendré con nadie. Escribo para ti, para mí. Un homenaje a las pláticas que me perdí, que no aproveché, pero cierta estoy, serían así. Posiblemente con una cerveza o con un café. De seguro me escucharías, lo tuyo era escuchar; después esperaría ansiosa esa voz con un análisis y consejo que me daría la claridad que necesito; lo tuyo era resolver. Lo mío era simple, ser tu hija; lo tuyo, una gran responsabilidad, ser mi padre. Lo mío fue observarte. Lo tuyo, educarme. Lo mío amarte. Lo tuyo amarme. Lo mío escribir(te). Lo mío imaginar que me lees. Lo mío escuchar aun tu voz. Lo mío crear en mi mente tu opinión. Lo nuestro tener este código de comunicación. No necesito wifi contigo. Nuestra conversación desde el más acá, hasta el más allá, es simple, sin tecnologías, sin redes sociales. No requerimos wifi para conectarnos. Solo escribo y estoy contigo. Solo escribo y de pronto ya estás conmigo.

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