Función de las 9. Película sin género.

Vi a una persona que hace tiempo no veía… nos dio tiempo para intercambiar palabras… no es un amigo pero sí una persona con la que disfruto pláticas de películas y series. Me encanta platicar porque sin conocernos, la plática de un tema que nos apasiona tanto, como es el cine, nos hace que esa recomendación se vuelva exigencia… para mí, sus recomendaciones se tornan exigencias bíblicas, las tomo como tal. De mi lista por ver, sus recomendaciones suelen tomar ventaja y se pasan en los primeros lugares, desplazan mi orden, sin pensarlo.

Terminamos de comer y quise antes de retirarme de la mesa, decirle una frase que sabía que lo iba a dejar inquieto todo el día… dije: el fin de semana vi una película “Everything… everywhere… all at once”, que cambió mi forma de ver el cine.

Se hizo el silencio (shhhh…).

De qué trata, preguntó con indiferencia mal actuada. Le dije que de nada en particular, un poco de todo, de todos, de todas las dimensiones, de actuaciones de primera, de un guión ridículo pero cierto, de detalles impensables, de acción, suspenso, drama, de problemas reales, de temas que no sabías que podían ser problemas, de la familia, de los padres, de los hijos, del amor, de la monotonía, de tradiciones, de dudas, de maldad, de encontrar al indicado, de valor, de creer, de homenajes a otras pelis, de buen gusto, de vulgaridad, de colores, de lucha, de soluciones a imposibles, de un cambio de época, de abrir la mente, de cerrarla en algunos momentos, de no sentir el tiempo, de frases, de la vida, de la muerte, de la esperanza, de creer, de enfrentar, de intentarlo, de hablar, de sentir.

De esto trata, ni menos y posiblemente mucho más; más de lo que mis palabras pueden explicar. Carezco de la pericia para poder explicarla. Sigo pensando en ella. Le seguí diciendo.

No quiero ser una loca apasionada, pero esta película no me deja ser ajena a gritar que ha cambiado la forma de hacer cine. De ver el cine. De comerse las películas. Sin duda, es la mejor forma de decirte que la veas. Es una obligación, insistí. Cine de culto será. No tengo la menor duda, le dije sin pensar.

Vi cómo en ese momento mi conocido compraba sus boletos para ir a la función de las 21 horas. No aguantó la curiosidad. Lo vi emocionado. Me dijo, mañana sin duda debemos platicarla. Cuento de manera no ansiosa las horas para esa cinefila cita de opiniones de no expertos enamorados del cine. Sí… solo faltan 1080 segundos para la hora marcada, me digo (sin ansia alguna, me repito). La plática prometida. La crítica soñada. La película perfecta.

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