He cometido muchos errores, no sé cuántos. Muchos. Muchísimos. Muchos años cometiéndolos. De forma aleatoria regreso el tiempo y trato de hacer cosas distintas para que el resultado sea un acierto y no un error. Llego al mismo punto. Los sigo cometiendo. Me doy oportunidades para ser más certera. No lo logro. En su momento esos errores no lo eran. Al menos no fueron errores dolosos. Eran errores disfrazados de aciertos. Separo todos los factores de la ecuación y llego al mismo resultado. Vuelven a salir. Errores y errores. Saco, bajo la chistera de maga que no soy, no un conejo asustado, un error con cintas de colores, que al menos apacigua mi mala decisión.
Pero de esos errores estoy formada: tengo primaria en erratas; secundaria en desatino; preparatoria en equívoco; licenciatura en desacierto; maestría en yerro; doctorado en confusión. De este estudio de la vida me he formado con pericia. Resultando ser quien soy. Ni más ni menos. La persona que se equivoca con la intención de no seguirlo haciendo. Pero los errores me acompañan. No me sueltan. No los suelto. Son mejores que un libro. Que una clase. Es la vida. Es la responsabilidad de asumir las consecuencias. Es mi formación. Prueba-error como método heurístico para obtener conocimiento. Para mí, no un método, un estilo de vida.
Me da miedo la gente que no se equivoca porque no puedo verme en sus ojos, de seguro ellos no pueden encontrar nada de ellos en los míos. Dudo de esas personas porque no son mis iguales. Me gusta aprender de los errores de los demás. Los asumo como propios y avanzo en las casillas del tablero. Del juego de la vida. Me gusta perder porque gano, el aprendizaje es sin duda imborrable. Me gusta jugar a ganar, aunque pierda a través de las malas decisiones. Ya vendrán oportunidades de hacer las cosas mejor. Ya vendrán temas nuevos que me impedirán saber que lo que hago está del lado equivocado. Ya vendrá la oportunidad de que ese conocimiento lo pueda aplicar y entonces no yerre el camino de la verdad. Aunque las verdades son muchas. Aunque los errores no siempre lo son, aunque parezcan que son. Los errores y los aciertos, a veces son tan relativos. Muchos errores que advertí de pequeña, hoy ya no lo son. Muchos aciertos que hice ayer, hoy ya no lo son. Aciertos que en su momento pueden ser errores. Errores que pueden convertirse en aciertos o siempre ser errores. Son mis grandes maestros de vida. Sin duda, lo son. Nunca los dejo separse de mí. Nunca dejo de aprender de ellos. Soy una piel que envuelve decisiones buenas y malas. A veces más malas que buenas. Pero nunca en la inacción. Siempre con ganas de aprender. Siempre apostando a la relatividad del error.